San Charbel Makhlouf y sus pasos por México
El santo libanés ha adquirido en nuestro país una inmensa fama, pese a que su imagen es relativamente nueva para los mexicanos.
A inicios del siglo XX, frente a las hostilidades de las fuerzas otomanas contra los cristianos de Líbano, las migraciones libanesas a México comenzaron a darse de forma masiva: la gente venía en barcos portando, a manera de protección, imágenes de Charbel Makhlouf (san Charbel), quien, aunque aún no había sido canonizado, tenía fama de santidad entre libaneses, rusos, cristianos y musulmanes, por su testimonio de vida.
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“Fueron esos migrantes quienes introdujeron a México la imagen de aquel monje asceta maronita –comenta el padre Yaacoub Badaoui, fundador y director del coro de la iglesia de Nuestra Señora de Líbano– quien escogió el nombre de Charbel para su vida monacal, en torno a la cual sucedían prodigios que convencían a quien fuera de que era un hombre de Dios”.
Explica que en México su figura comenzó a difundirse ampliamente a partir del último cuarto del siglo XX, tras su canonización, gracias a la labor del grupo de Las Damas de San Charbel, quienes propagaron su devoción.
“Sobre todo –asegura–, la fama de san Charbel fue creciendo en México con singular rapidez debido a que es un gran intercesor, por el que el Señor concede a los fieles numerosos milagros, como lo ha dicho el Papa Francisco”.
El padre Yaacoub asegura que, a nivel personal, ha comprobado muchas veces la efectividad de san Charbel como intercesor de gente de la comunidad. “Para muestra, un botón: cierto día estaba yo celebrando Misa, cuando subió al ambón una señora de unos 60 años, quien deseaba contar a la comunidad un ‘milagro’ que le había ocurrido”.
Ella relató que tiempo atrás se encontraba en el Hospital López Mateos, agonizando y en estado de coma. “Pero véanme ahora –dijo a los presentes–. Me curé cuando un monje de esta iglesia fue a visitarme; me rezó, me dio la extremaunción y me untó aceite de san Charbel”.
Tras decir eso, la señora lo describió a él, según se lo habían descrito a ella las personas que lo vieron entrar a aquel cuarto de hospital. Y el padre Yaacoub Badaoui recordó al instante que fue él quien la visitó.