Las claves del padre José de Jesús Aguilar para consolidar nuestra felicidad: valores, actitudes y decisiones

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Homilía del Cardenal Aguiar durante el VI Domingo de Pascua

26 mayo, 2019
Homilía del Cardenal Aguiar durante el VI Domingo de Pascua
Foto: María Langarica
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El Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho (Jn. 14,25-26).

Este Domingo he venido a esta Parroquia de San Antonio de las Huertas, dado que forma parte de una de las Unidades Pastorales, que hemos establecido, para favorecer un mejor ejercicio ministerial de los sacerdotes en favor de los fieles.

La gran Ciudad de México constituye la Arquidiócesis de México, y nuestras estructuras parroquiales, en general, han sido desbordadas por la densidad demográfica y los nuevos estilos de la sociedad que implican una constante movilidad humana; por ello a los fieles católicos se les dificulta lograr identidad y sentido de pertenencia con su parroquia territorial.

La Unidad Pastoral es un conjunto de Parroquias que se reorganizan para poner en común las estructuras y servicios parroquiales, tanto de los sacerdotes responsables de ellas, como de los agentes de pastoral en sus distintas tareas.

De esta forma, buscamos no solo una mayor eficiencia, sino también un testimonio de vida y de encuentro que nos permita fortalecer el tejido social y la puesta en común de nuestros recursos humanos y económicos para llevar a cabo la misión de la Iglesia de servir a la sociedad en sus múltiples necesidades.

Para ello es indispensable aprender a dejarnos conducir por el Espíritu Santo, prometido por Jesús a su Iglesia, a nosotros, al Pueblo de Dios. ¿Y cómo realizamos ese aprendizaje?

El Papa Francisco ha indicado que la Sinodalidad es el camino. La cual consiste en caminar juntos, y para ello se requiere tres pasos fundamentales: capacidad de escucha recíproca, discernimiento en común para clarificar las situaciones, conflictos, y necesidades del Pueblo de Dios, y proponer a las autoridades respectivas las acciones convenientes, con actitud y disposición corresponsable, para realizarlas de forma solidaria y subsidiaria.

Estos tres pasos: capacidad de escucha recíproca, discernimiento eclesial, y acción en equipo, deben permear todas las instancias de decisión para llegar así a todas las actividades.

Al realizar este camino sinodal haremos un aporte especialmente valioso a nuestra sociedad, ante los nuevos contextos socioculturales y políticos.

Así aprenderemos a caminar juntos bajo la acción del Espíritu Santo que nos proporcionará la sabiduría y la fortaleza necesaria para no bajar la guardia ante las dificultades que de ordinario aparecen.



Siempre los cambios de estilo en llevar la conducción social plantea enormes retos, y uno de ellos es superar la polarización que genera naturalmente lo nuevo, lo distinto. Nuestro país lleva meses polarizado y es urgente generar caminos de reconciliación y entendimiento entre las autoridades y sectores sociales.

Para aprender la escucha recíproca que exige el auténtico diálogo, es indispensable la libertad de expresión en todas sus modalidades, sólo así conoceremos los argumentos y opiniones de todos; y es la base para la conciliación de los distintos puntos de vista aún contrastados; ya que escuchar al otro me ayuda a reconocer aspectos no considerados, máxime cuando se trata de confrontaciones en las mismas informaciones.

La Iglesia en su misión de servir a la sociedad, necesita generar entre los fieles está constante actitud de escucha y comprensión, ante quien piensa lo contrario. Por eso, la Iglesia está dispuesta, porque es su misión, a colaborar en la superación de las polarizaciones, y llamar a la reconciliación, que es el camino de la paz social.

Hoy Jesús en el Evangelio, además de ofrecernos la promesa del Espíritu Santo, afirma también: La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo, No pierdan la paz, ni se acobarden (Jn. 14,27-28).

Con esta convicción propia de la fe cristiana, podremos colaborar a construir la ciudad santa, proyectada por Dios, como lo profetiza hoy el apóstol San Juan, al decir: Un ángel, … me mostró a Jerusalén, la ciudad santa, que descendía del cielo, resplandeciente con la gloria de Dios (Ap. 21,10).

Pidamos a Dios, nuestro Padre, y a San Antonio, Patrono de esta Parroquia, por nuestras autoridades y por todos los que tienen posición de liderazgo para que, con el auxilio divino, colaboremos todos los ciudadanos a edificar, en nuestra querida Patria, la prometida ciudad santa.

¡Que así sea!

+ Carlos Cardenal Aguiar Retes

Arzobispo Primado de México.





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