“El verdadero delito de los migrantes es el hambre”
La realidad es igual de cruel tanto para los migrantes como para los que deciden quedarse.
“Escuché a mucha gente decir ‘prefiero irme y luchar, que esperar a que me llegue la muerte por falta de comida’”, es la voz de la hermana Lidia Mara Silva de Sousa, Coordinadora Nacional de la Pastoral de Movilidad Humana en Honduras, quien a través de sus ojos misioneros, vislumbra un país sin futuro.
“Si fuera un país con oportunidades, no dejarían su tierra. Muchas personas se asombran porque creen que esta gente lo ‘dejó todo’. A ellos les pregunto: ‘¿qué dejaron?, si no tenían nada. Apenas tenían una estufita y una cama, y quizás un armario. Eso es todo lo que les ofrecía Honduras, por eso dejaron su tierra”, detalla la religiosa scalabriniana en entrevista para Desde la fe.
Para Claudia –joven trabajadora que por temor a perder su empleo prefiere el anonimato–, la situación es muy difícil para la mayoría de la población, pues no cuentan con un trabajo fijo. “El salario mínimo es totalmente insuficiente, es prácticamente la mitad del valor de la canasta básica, aunado a que los servicios públicos que son demasiado caros, incluido el transporte”.
Explica que tiene familiares que trabajan en la maquila, y sus contratos son por dos meses; pasado este tiempo, se les renuevan. “Con esos contratos pueden pasar muchos años; esto lo hacen para que los trabajadores no tengan ningún derecho, ni siquiera a seguro social, y eso es legal”.
Con tristeza en su voz, Claudia detalla que su país está muy mal. Si bien el gobierno le ha pedido a los migrantes regresar, “la verdad no tiene nada que ofrecerles; no hay empleo, no hay oportunidades”.
Nación de ancianos
De acuerdo con la hermana Lidia, quienes se quedan en Honduras, en especial los adultos mayores y niños, también sufren las consecuencias. “Los que se van son jóvenes, padres y madres de familia, que a pesar de los peligros que enfrentarán, deciden dejar a sus hijos al cuidado de las abuelas”.
De esta manera, una gran parte de ancianos se ha quedado al cuidado de cinco o seis niños, y no cuentan con asistencia. “Es doloroso ver señoras de 60 o 70 años vendiendo tortillas en la calle, buscando qué hacer para dar de comer a los nietos, por lo que la prioridad en Honduras no es la educación, sino la comida”.
Por su parte, Rosa Meli Santos, presidenta del Comité de Familiares de Migrantes desaparecidos del Progreso, Honduras, comenta que no pueden ayudar de manera económica a la caravana, pero a los que se quedan los ayudan de manera psicológica. “La mayoría de la juventud migró, ya se está volviendo un país de ancianos, con niños pequeños, desprotegidos, desamparados y desnutridos”.
“Los que van en el éxodo no es porque sean terroristas o criminales, salen en busca de comida porque tienen hambre. Esa es la causa, el verdadero delito, el hambre, que está provocando esta migración forzada”, puntualiza Meli Santos.
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