Comunidad de Sant’Egidio: la amistad con los más vulnerables
Esta comunidad ayuda a personas en pobreza, con quienes tienen auténticos lazos de cariño.
Todos los miércoles por la noche, un grupo de personas -jóvenes y adultos, hombres y mujeres de diversas edades y profesiones- preparan hasta 200 tortas y café, que acompañan con fruta y pan dulce, para repartir entre los más desfavorecidos de la Zona Rosa de la Ciudad de México.
Sin excepción, cada semana, después de leer un pasaje de la Biblia, reflexionar y cantar una oración, se trasladan a la esquina de Génova y Reforma, justo afuera de la Parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, donde ya los espera con ansias una larga fila de personas en situación de calle.
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No son los únicos que se dedican a la valiosa tarea de ofrecer comida digna a los más pobres, pero a estos voluntarios los distingue la familiaridad con los beneficiarios, se alegran de encontrarse, sonríen, platican, se dan la mano, un beso en la mejilla y, en muchos casos, un cariñoso abrazo. Es una reunión de amigos.
Un pretexto para la amistad
El heterogéneo grupo pertenece a la Comunidad de Sant’Egidio, fundada en 1968 por el italiano Andrea Riccardi, y que ha llegado a más de 70 países. En México tienen asilos, escuelas de paz y presencia en la capital, Puebla y Guadalajara.
“Somos simples mortales como cualquier otro; profesionistas, empleados o sin chamba, pero que ponemos corazón y voluntad”, dice Patricia Torijano, integrante desde hace cuatro años. Ella es mercadóloga. Caro, profesora universitaria; Claudine, asesora de imagen; y César es economista; por las mañanas, Maru vende café y pan, y por las tardes tiene otro trabajo.
En realidad, agrega Patricia, la ‘cena de los miércoles’ -los sábados y domingos es en otras zonas de la Ciudad- “es el pretexto para poder estrechar lazos de amistad con las personas en situación de calle”.
Mientras los voluntarios alistan las mesas que utilizarán para despachar la comida, Julio César, de 17 años, saluda a todos. Es limpiaparabrisas y, gracias a Sant’Egidio, está por concluir la primaria en el INEA.
“Cuéntale de Monse”, le pide Claudine, quien se encarga de entregar ropa en buen estado a quienes se lo solicitan. Monserrat, otra integrante de Sant’Egidio que no ha podido acudir esa noche, es fundamental en su vida: se preocupa por sus estudios, lo aconseja, lo invita a cenar o al cine, y celebra su cumpleaños.
En Sant’Egidio ofrecen lo que un buen amigo: cariño y apoyo. Por ejemplo, les ayudan a tramitar documentos oficiales como actas de nacimiento o identificaciones; les proporcionan medicamentos, atención médica, o incluso, les ofrecen ayuda para desintoxicarse de las drogas.
Los domingos, en su sede de la colonia Roma, Sant’Egidio tiene una Escuela de Paz para niños de 5 a 12 años, a quienes apoyan en su itinerario escolar.
Vivir el Evangelio
Oración, pobres y paz, son las tres palabras que los mueven. “Esta comunidad nos enseña que se puede vivir realmente el Evangelio. ¿Qué hacía Jesús en el Evangelio? Él iba por las calles de Galilea, con los indefensos y los vulnerables”.
“Es una renovación constante que todos los días vivimos. Los miércoles nosotros preparamos tortas, pero no nos limitamos a esto. La vida que Dios nos ha dado es una invitación constante a ver por los más pobres”, explica César Cárdenas, representante de Sant’Egidio en México.
César, como sus compañeros, está convencido de que un mundo mejor -más justo, más en paz- sí es posible, pero para lograrlo es necesario poner manos a la obra. ¿Por dónde empezar? Él no duda en dar una respuesta: “Hay que comenzar por los pobres, por los descartados”, dice mientras se suma al reparto de alimentos.