Carmela y las flores amarillas: la mujer que acompañó al Papa Francisco en sus últimos días
En entrevista, Carmela "la mujer de las flores amarillas", nos cuenta cómo fue convivir con el Papa Francisco en sus últimos días.
Carmela Mancuso se volvió conocida en todo el mundo cuando el Papa Francisco, en una de sus últimas apariciones públicas, la mencionó espontáneamente desde el balcón del Hospital Gemelli. “Veo aquí a una señora con flores amarillas. ¡Es buena!”, dijo el Santo Padre. Y es que Carmela vivió una bendición muy especial: convivir con el difunto Pontífice en los últimos días de su vida.
Cada miércoles, la exprofesora de 78 años acudía con devoción a la audiencia general del Papa Francisco en el Vaticano. Siempre con flores en mano, muchas veces de diferentes colores, hasta que una circunstancia especial marcó un cambio.
“Solía traer flores de todos los colores. Pero cuando ingresaron al Papa Francisco al Hospital Gemelli, vi estas rosas amarillas, tan bonitas, y las elegí porque traen alegría, gozo, vida”, cuenta Carmela en entrevista con Desde la fe. Desde entonces, el amarillo se volvió su distintivo.
Ser reconocida por el Papa fue, para ella, una auténtica bendición. “Fue muy especial. De las 12 palabras que dijo, 10 eran para mí. No me lo esperaba”, relata. Y es que, durante años, Carmela había llevado flores con la intención de hacer oración por los demás: por los enfermos, por los necesitados, por quienes no podían estar allí.
Durante la Semana Santa, vivió uno de los momentos más emocionantes de su vida. El Sábado Santo, mientras Carmela esperaba en una de las capillas, uno de los gendarmes le dijo de que el Papa deseaba verla. “Corrí hacia él con alegría. Le dije: ‘¡Qué alegría, Santo Padre!’, y nos abrazamos”, recuerda.
El Domingo de Pascua, tras la bendición Urbi et Orbi, Carmela fue invitada a un lugar cercano a la logia papal. Allí pudo entregarle personalmente al Papa Francisco un ramo de flores amarillas. “Le deseé salud, le transmití los saludos y oraciones de mis amigos y familiares. Lo abracé, y él me dio las gracias. Fue un honor”, cuenta.
También recibió un rosario de cuentas negras, contenido en un cofre rojo, de parte del difunto Papa, un gesto que Carmela conserva con profundo amor.
Ese fue el último fin de semana con vida del Papa Francisco y Carmela tuvo la fortuna de transmitirle personalmente su cariño al Santo Padre, antes de que éste partiera a la Casa del Padre.
Para Carmela, llevar flores nunca fue un simple detalle decorativo, sino una forma de oración viva y silenciosa. “Son como una terapia que acompaña mis súplicas por los enfermos”, explicó anteriormente a Vatican News.
Cuando se le preguntó si repetirá el gesto de llevar flores con el Papa León XIV, respondió con una sonrisa: “No lo sabemos, habrá que ver”.