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Santiago, el monaguillo que retó al autismo

El sacerdote que lo invitó a participar como monaguillo desconocía que padecía autismo; grande fue su sorpresa al enterarse.

16 mayo, 2019
Santiago, el monaguillo que retó al autismo
Santi, el monaguillo que retó al autismo. Foto: Alex García

“En la iglesia me siento en paz, me siento feliz”, dice tímidamente Santiago, un niño de 14 años que decidió retar a su autismo para ser monaguillo en la Parroquia de San Jacinto, al sur de la CDMX.

Este compromiso lo adquirió hace dos años cuando el vicario de la parroquia, el padre Carlos Alcázar, notó mucho interés en él mientras participaba en la Misa.

“Me acerqué a sus padres –recuerda el sacerdote– y les dije que si querían traer al niño para que me ayudara como monaguillo en la Misa, pues veía su entusiasmo durante las celebraciones. Lo tomaron con sorpresa y me explicaron que era un niño ‘especial’. Sin saber a qué se referían, mi respuesta fue que todos los niños eran especiales para Dios”.

Aceptó el reto de ser monaguillo

“El que Santiago aceptara la invitación del padre Carlos fue una sorpresa para nosotros, pues debido a su condición, era algo imposible que interactuara con personas desconocidas y en gran cantidad”, detalla Luz Araceli, mamá del menor.

Recuerda que tanto ella como su esposo tenían mucho temor de la reacción de su hijo al estar frente a tanta gente desconocida.

“El día de la Misa, nos paramos a un lado del altar por si se ponía mal durante la celebración. Pero quedamos sorprendidos y emocionados porque Santiago estaba muy sereno y seguro”, relata.

Entre risas, el sacerdote recuerda que cuando acabó aquella Misa vio con claridad la cara de alivio de los padres del niño.

Asegura que la participación de Santiago en las primeras Misas era normal, sólo veía a un niño un poco nervioso, pero era natural dado su papel de monaguillo.  “Tardó en adaptarse como seis semanas; sólo me agarraba de la mano o de la vestimenta. Lo único particular era que repetía varias veces alguna frase que le llamaba la atención. Fue hasta entonces que sus padres me dijeron que el niño tenía Síndrome de Asperger, y por ello eran tan especial”, comenta el padre Carlos.

Cabe mencionar que el Asperger es una forma de autismo en un nivel bajo y funcional; sin embargo, conlleva dificultades para interactuar con las personas, tienden a repetir conductas, sensibilidad al ruido y, en algunos casos, hay problemas de aprendizaje.

Santiago con sus papás. Foto: Alex González

Santiago con sus papás. Foto: Alex García

El milagro de su evolución

Luz Araceli explica que a partir de que su hijo decidió ser monaguillo, su condición es otra, pues se le ha facilitado la interacción con las personas y se muestra más desenvuelto.

“Lo que me llama la atención es que la gente ya no le impone. Antes era muy callado y retraído, sobre todo con la gente extraña. Habló hasta los cinco años. No le gustaba que lo tocaran, incluso, los ruidos altos no los soportaba”.

Para Ambrosio Hernández, papá de Santiago, esta evolución es un milagro, pues considera un gran logro el que su hijo pueda estar tranquilo frente a toda la gente que va a la Misa dominical.

“Incluso muchos lo abrazan, le dan regalos, platican con él; para nosotros es más que una bendición”.

Para el sacerdote, las mayores cualidades de Santiago son su sinceridad y gran curiosidad de descubrir el mundo.

“Muchos de los fieles entienden su condición y otros ni siquiera saben de ella; y no tienen por qué saberlo, simplemente es una cuestión de aceptación”, dice el padre Carlos, quien asegura que los otros dos niños que también le ayudan en el altar saben de la condición de Santiago, pero lo tratan como igual.

“Ellos se abrieron a la interacción con él, lo protegen, lo entienden y lo acompañan. El mensaje que Dios me da a través de Santiago es que ejerza mi ministerio con la misma intensidad que él lo hace”.

Su vida cotidiana

La vida de Santiago es igual a la de un niño de su edad; de hecho, está a punto de entrar a la secundaria; lo único que lo hace diferente es que debe asistir a terapias los sábados y tomar una serie de medicamentos para mantener controlada su condición.

El diagnóstico lo recibieron sus padres hasta que el niño tenía 10 años, pues los síntomas eran confundidos con retraso mental, déficit de atención, entre otros.

“Cuando nos enteramos de su situación, se nos volteó el mundo, pero ahora lo que nos ocupa es que siga evolucionando. Le pedimos a Dios que lo colme de bendiciones para que salga adelante, pues nosotros no somos eternos y él es nuestro único hijo”, comenta el señor Ambrosio.

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