P. Eduardo Chávez, un ser humano tan ‘normal’ como san Juan Diego
Nacido en la Ciudad de México en 1956, el padre Eduardo Chávez desde niño quiso ser sacerdote. Recuerda que su abuela les contaba la vida de los santos a todos los nietos, y desde los siete años él sintió que le gustaba ese camino. Asistió al Instituto Salesiano Don Bosco y quizás en algún momento […]
Nacido en la Ciudad de México en 1956, el padre Eduardo Chávez desde niño quiso ser sacerdote. Recuerda que su abuela les contaba la vida de los santos a todos los nietos, y desde los siete años él sintió que le gustaba ese camino. Asistió al Instituto Salesiano Don Bosco y quizás en algún momento pensó en ser salesiano, como un tío materno, pero Dios quiso que fuese diocesano.
“No me atraía la vida religiosa durante la secundaria, pero tuve la alegría de que el instituto me otorgara, a través de la UNAM, una beca para un colegio. Cuando supe que este colegio quedaba en Xochimilco -tan lejos de donde yo vivía-, dije: ‘¡No!’. ¡Era lejísimos de mi colonia! En mis tiempos allá eran milpas. Así que lo descarté. No les dije nada a mis papás, pero se enteraron y les interesó ir a conocer ese famoso colegio. Les gustó y regresaron por mí para llevarme”.
“Nos recibió el director, el sacerdote Gustavo Couttulenc; nos trató muy respetuosamente y algo me atrajo que me quedé. En ese momento, ni mi papá ni yo sabíamos que ese colegio era el Seminario Conciliar de México”.
El camino estaba trazado, y al terminar la preparatoria continuó con la formación sacerdotal entrando a Filosofía. Recuerda que un día le preguntaron qué materia le gustaba más, y él respondió que Historia, sin saber la dimensión de su respuesta. Al terminar Teología, tuvo una entrevista trascendental con el Sr. Cardenal Ernesto Corripio Ahumada.
“Me dijo que quería mandarme a estudiar Historia a la Universidad Gregoriana en Roma -no era común, porque en aquel entonces mandaban a los seminaristas a estudiar Derecho debido a las reformas al Código de Derecho Canónico-, pero yo estaba contento, y más porque me ordenaron sacerdote antes de enviarme. En el primer semestre, el Cardenal visitó Roma y me dijo que me quedaría hasta el doctorado, mismo que concluí en 1986″.
“Hice mi tesis basada en Porfirio Díaz, y nunca me imaginé que ese periodo fuera tan importante para la Virgen de Guadalupe, porque su coronación fue en 1895. Regreso a México y me ponen como formador en segundo año de Filosofía y prefecto en cuarto de Teología. Me encomiendan realizar la Historia del Seminario, así que la hice con una metodología para la búsqueda de documentos y clarificación de los hechos históricos. Se publicó en la Colección Biblioteca Porrúa. En 1998, el Cardenal Norberto Rivera me envía a Roma para encabezar la Comisión Histórica para la Causa de Canonización de Juan Diego.
Aún cuando yo contaba con estudios sobre el Acontecimiento Guadalupano realizados por mi cuenta durante varios años, a partir de ahí fue entrar con mayor profundidad, viendo cada documento. Implicó muchísimo trabajo, esfuerzo y una gran paciencia”.
La canonización de san Juan Diego llegó en 2002, el 31 de julio, llevada a cabo por san Juan Pablo II. “Fue un gran honor para mí estar en el mismo presbiterio en que se canonizó a Juan Diego -señala el padre Eduardo Chávez, impulsor de la Causa de Canonización-, algo que marcó mi vida”.
“Al año siguiente, entré en funciones el Instituto Superior de Estudios Guadalupanos, del cual soy fundador y director. Cualquier persona que tenga interés puede estudiar aquí. Se ofrecen cursos y diplomados, todos con la finalidad de difundir el mensaje de la Virgen de Guadalupe”.
“Quiero hacer los diplomados de manera modular; por ejemplo, un módulo sobre la Tilma; otro sobre la Canonización; otro sobre la Guerra Cristera, etc. Estamos reconocidos por la Pontificia Universidad de México y además firmamos un convenio con la Pontificia Academia Mariana Internacional (PAMI), de la Santa Sede.
“Se ofrecen clases de pintura con excelentes maestros de la UNAM. Cada día 12 hacemos el Rosario del Amor Guadalupano, y el último miércoles de cada mes participamos en las ‘Noches de Museo’ a través de la plataforma de la Basílica.
Con los pies en la tierra
“Me identifico mucho con Juan Diego: yo era un padrecito normal; ahora sé que la Virgen me captó desde niño preparándome para ser instrumento y dar el mensaje. Tengo los pies en el ‘mero fango’, Ella es la que me hace volar, porque me toma el alma y el corazón. No se han inventado, para decirle ‘Gracias’ como uno quisiera expresarlo”.
“Cuando debo dar un curso le pido que Ella sea quien hable, pues toca el corazón de la gente. Un ejemplo de los más marcados sucedió en Estados Unidos: al estar en el Santuario Reina de Universo, a punto de regresar a México, se avisó a los presentes que yo daría una plática de cinco minutos sobre la Virgen en una capilla. Al preguntar quién hablaba español, (vimos que) casi nadie. Así que tendría que darla en inglés, pero mi inglés no es bueno”.
“De cualquier forma, pensé que se quedarían pocos, porque el santuario está en medio de Disneyworld y un outlet, además de que era domingo y en plenas vacaciones. ¡Se quedaron todos! Me preguntaba de qué les diría con mi mal inglés. Les hablé de que no era una aparición más, sino que Jesús había venido con Ella, que Él se había encontrado con nosotros a través de su Madre Santísima. Al escuchar esto, todos los norteamericanos lloraron”.
“Ante esta evidencia de su amor, el primero en buscar la conversión es uno, porque uno se siente tan indigno de que Ella se manifieste, que algo te impulsa a poner más empeño para ser santo y así poder verla en la eternidad. Si me la quitaran, me quitan la vida”.