“La vejez es aceptar con amor”: la sabiduría de María Luisa en cada bordado
La vejez es un tiempo de cambios y desprendimientos, pero también de nuevas oportunidades para vivir con esperanza y sabiduría.
Con 73 años, María Luisa Arana Sánchez sigue tejiendo historias que van más allá de la tela. Ella es conocida por su gran pasión y destreza en el punto de cruz, tanto que apenas se convirtió en maestra de tejido en un grupo de personas de la tercera edad, “Renovarse en el vivir” del Pueblo de San Bartolomé en la Gustavo A. Madero.
Su pasión por el punto de cruz nació cuando tenía apenas ocho años, primero aprendió de su madre, que bordaba y tejía con destreza, y más tarde perfeccionó sus habilidades en una escuela de religiosas. Cuando se casó, tejía carpetas, y pequeñas cosas que regalaba a sus familiares.
Entre sus creaciones más significativas está el retrato en hilos del Papa Juan Pablo II, inspirado en la profunda emoción que le causó su visita a México. “Le regalé a mi hijo una última cena, la cual me tardé un año en bordar. A cada uno de mis nietos les hice un cuadro con punto de cruz, donde viene la fecha, la hora y el peso con el que nacieron”.
Aunque muchos le preguntan si vende sus creaciones, ella sonríe y responde que no. “No pagan el trabajo. No lo valoran”, dice. Sus cuadros son regalos, son obsequios únicos para sus nietos y seres queridos. Cada pieza lleva algo más que hilos y colores, lleva su tiempo, su paciencia y, sobre todo, su amor.
Aceptar las pérdidas
María Luisa habla de la vejez como un camino de desprendimientos, la pareja, los padres, la juventud, las fuerzas que poco a poco se van. “En la vida hay cambios y uno de ellos es aceptar. Cuesta trabajo, pero se llega a conformar. No debe ser tortuoso, hay que aceptarlo como voluntad de Dios”, reflexiona.
Ese proceso de aceptación la llevó también a unirse al grupo Renovarse en el vivir, donde encontró apoyo después de un tiempo difícil. “Mi vida dio un vuelco de 180 grados, pues después de 45 años de casa me pidieron el divorcio. Aunque yo tenía la carrera de secretariado, casi no la ejercí por dedicarme a criar a mis hijos. Para mi fue una sorpresa el divorcio. Estaba muy deprimida, cambié de casa, me fui a vivir con uno de mis hijos y mi consuegra me trajo al grupo. Gracias a eso pude rehacer mi vida”.
Poco a poco, María Luisa se fue reponiendo y, después de nueve años, se convirtió en una de las tres coordinadoras del grupo, que en total tienen a 42 personas registradas y muchas de ellas han llegado con diferentes estados de ánimo.
“Algunas llegan devastadas y tristes por la muerte de un esposo o la falta de atención de sus hijos. Otras llegan muy activas. Mejorar la autoestima y el estado de ánimo de las personas es el principal objetivo del grupo”.
El grupo se reúne de 10 de la mañana a 1 de la tarde. Empiezan con una oración, luego hacen ejercicios físicos y gimnasia cerebral. Después llega la música, cantan, bailan, juegan con globos y pelotas, y cierran compartiendo los alimentos. “Ahí platicamos, nos aconsejamos unos a otros. La amistad es muy importante”, recalca María Luisa.
Además, se apoyan como una verdadera red de cuidado. Se llaman por teléfono si alguien falta, los visitan cuando están enfermos y cuentan con un registro de sus enfermedades y números de emergencia. “Nos han dado las gracias porque nos mantenemos atentos, y eso es lo que nos hace sentirnos acompañados”, afirma.
Los desafíos de la edad
María Luisa no niega las dificultades como los achaques, la pérdida de memoria, la necesidad de aceptar un bastón, un aparato auditivo o una cirugía. Pero lo dice con humor: “Ya vas a ser la mujer biónica, pero vas a oír y vas a ver bien”.
La clave, asegura, está en no resistirse. “Hay que aceptarlo todo para estar a gusto y cuidar cada enfermedad lo mejor posible. También la salud emocional, porque no siempre tenemos el apoyo de los hijos, entonces hay que aprender a apoyarnos nosotros mismos”.
El valor de la familia y el cariño
Para ella, la mayor bendición de esta etapa es el apoyo de los hijos. Pero también reconoce que muchos adultos mayores no lo tienen. “Entonces, la bendición es aceptarse uno mismo y estar satisfecho con la vida que se lleva”.
A las familias, les deja un mensaje claro. “Escuchen a sus abuelos aunque repitan las historias. Tengan paciencia, porque un día se van a arrepentir de no haberlos apoyado. No importa cómo fue su vida antes, son sus papás, sus abuelitos, y necesitan de ustedes”.
Y a los propios adultos mayores les aconseja que “Dejémonos apapachar. No demos tanta lata. Aceptemos nuestra situación y portémonos bien, para que los hijos nos apoyen con cariño, no con obligación”.