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Así fue como san Charbel intercedió por mi sobrino Santi

23 julio, 2020
Así fue como san Charbel intercedió por mi sobrino Santi
Imagen y estatua de San Charbel.

Todo mundo sabe cómo es circular en la Ciudad de México, y más si es un viernes del mes de julio… Es cuando corroboramos que la Ciudad de México fue fundada en un lago.

Manejaba de noche, había tenido una semana larga de trabajo, con muchas presiones y cansancio. Pero debía sacar fuerzas para estar atenta y rezar, pues Santiago, mi sobrino, estaba desde hacía unos días en Terapia Intensiva. Al parecer era un virus, y el niño estaba entre la vida y la muerte.

No mucho antes, nuestro hijo mayor también había estado internado. Sólo era recordar la angustia de lo que es estar en vilo mientras el hijo de uno se encuentra internado. Ese fue otro patente favor de Dios, que en otro momento espero compartir.

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De esta situación, la de mi sobrino, estamos hablando de tiempos alrededor del 2010 cuando aún teníamos muy cerca la experiencia de la epidemia de la Influenza N1H1; también, recientemente, el hijo de una conocida había fallecido en razón de una infección de características similares.

San Charbel

San Charbel

Por cuestiones de  trabajo, la Sra. Alicia Del Villar, quien muchos años ha sido encargada de María+Visión en la Ciudad de México, se enteró que mi sobrino estaba enfermo. Ella fue quien propuso que rezáramos y pidiéramos a san Chárbel. En ese momento, mi conocimiento de la vida de este santo no era tanto como para elegirlo como intercesor.

Alicia no sólo me propuso pedir la intercesión de san Charbel, sino que ella misma buscó a Abouna Yaacoub, el superior de la comunidad de la Orden Libanesa Maronita en México.

Ciertamente yo pensaba que era imposible que un sacerdote me acompañara a visitar a mi sobrino, y cruzar la ciudad en medio de la lluvia, a las ocho de la noche.

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Pero apenas colgó Alicia el teléfono, me dijo: “Pasa por mí, Abouna nos espera. Vamos con él a visitar al enfermito al hospital. Llevará la reliquia de san Charbel.” Naturalmente hicimos un par de horas de trayecto a un hospital sobre la Av. Observatorio: calles inundadas, algunas cerradas tráfico y más lluvia.

Se me hizo eterno el camino. Yo sólo pensaba en la generosidad de esas dos personas que no conocían al niño, y sin importarles el esfuerzo, hacían con amor una verdadera Obra de Misericordia de la que me sentía protagonista.

Por fin llegamos, e inmediatamente nos dejaron pasar. El niño tenía conectado el oxígeno y el suero con los medicamentos; respiraba con mucha dificultad. Sonaban los monitores: ¡Se veía tan frágil, solo con su pañalito!

Abouna Yaacoub se colocó en la cabecera y comenzó a rezar en árabe. Alicia, mi hermana y yo, sólo observábamos. Acercó la reliquia y ungió al niño con un aceite que sacó de una bolsita. Después me lo entregó. Era un paquetito en el que venía, además del frasquito, un poco de incienso. Luego me explicó que ese aceite se recogía de la tumba de san Charbel.

El niño se quedó dormidito y tranquilo. Se respiraba paz. Abracé a mi hermana y volvimos en menos tiempo al sur de la ciudad.

Al día siguiente, Santi, como si nada, fue dado de alta y se recuperó milagrosamente. Hoy ya casi llega a los 14 años, sin ningún problema de salud; más aún, es un niño fuerte, parlanchín, inteligente y lleno de vida.

¡Gracias, san Chárbel, por interceder por la salud de mi queridísimo sobrino!





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