Los santos que también fueron grandes poetas
Gran parte de la riqueza cultural de Occidente está basada en los valores y la tradición cristiana.
Al celebrar el Día Internacional de la Poesía, es un acto de justicia recordar la importancia que tienen algunos santos y beatos, que a través de la literatura, hicieron alabanzas a Dios en distintos idiomas, permitiendo que otras personas también puedan compartir aquellos pensamientos y sentimientos dedicados al Creador.
En lengua castellana, los más destacados son santa Teresa de Ávila, fundadora de la reforma de las Carmelitas Descalzas, cuyo poema más conocido es “Solo Dios Basta”, y san Juan de la Cruz, a quien San Juan Pablo II, quien tomó como tema para hacer su tesis doctoral lo que le llevó a aprender nuestro idioma. En 1982, durante una visita a España, ya como Papa, Juan Pablo II les dijo: “leed continuamente las obras de los grandes maestros del espíritu. Cuántos tesoros de amor y de fe tenéis al alcance de vuestra mano en vuestro bello idioma.”
La Iglesia tiene un amplio número de santos que han sido declarados como Doctores, dada la importancia de sus libros, algunos de la talla de santo Tomás de Aquino, quien también fue poeta, o más contemporáneos como santa Teresita del Niño Jesús, quien vio a la creación como una gran obra poética de Dios.
México también tiene en su santoral algunos poetas místicos, como es el caso de san José María Robles Hurtado, mártir de la Guerra Cristera, asesinado en 1927, quien poco antes de su muerte escribió: “quiero amar tu corazón Jesús mío, con delirio; quiero amarte con pasión, quiero amarte hasta el martirio”. Próximamente se sumará a esta lista la mística laica Concepción Cabrera de Armida, quien será beatificada el 4 de mayo en la Basílica de Guadalupe, y quien en su amplia obra de más de 60 cuadernos escribió: “A voz corriendo voy, brazos sagrados en la Cruz sacrosanta descubiertos, que para recibirme, estáis abiertos y por no castigarme, estáis clavados.”
Detrás de la métrica y la rima, y aun con estilos literarios más libres, incontables poetas, aun sin ser santos, han dedicado grandes obras a la poesía religiosa, entre los que se pueden mencionar a Lope de Vega, Miguel de Cervantes, Quevedo, en la Época de Oro de la literatura hispánica, y en México, al nayarita Amado Nervo o a Ramón López Velarde.
Gran parte de la riqueza cultural de Occidente está basada en los valores y la tradición cristiana, no tan solo en el campo de la literatura y de las demás artes, sino de la propia forma de vida de sus habitantes.