Esta nutrióloga muestra que obsesionarse con adelgazar no es de Dios
Alma Oviedo es una nutrióloga católica que habla de cómo los buenos hábitos también son una manera de cuidar el espíritu.
Alma Oviedo ha participado en diferentes proyectos televisivos, en redes sociales se ha convertido en una influencer donde su principal misión es dar acompañamiento a sus pacientes y audiencia ante los retos de la buena alimentación desde una perspectiva de valores cristianos y católicos. Ha descubierto que no es sano ni es de Dios obsesionarnos por bajar de peso, lo prioritario es la salud del alma y el equilibrio en la nutrición de lo que comemos.
Soy Alma Lidia Oviedo García, tengo 32 años y nací en la ciudad de Querétaro.
-Cuéntame un poco sobre las habilidades o talentos que Dios te ha dado.
Tengo la Licenciatura en Nutrición por la Universidad del Valle de Atemajac y siempre me ha gustado el área de humanidades, el área de la salud. A través de mi práctica tengo mucho contacto con las personas y puedo escucharlas y saber de su vida.
Una de las habilidades que Dios me ha dado es la escucha. Creo que soy muy buena escuchando las historias de los pacientes, además de acompañarlos y compartir con ellos el conocimiento que Dios me ha dado para mejorar su calidad de vida.
¿Cuáles son tus proyectos?
A raíz de la pandemia nació un programa de transmisiones, que son una vez a la semana, para llevar información a los hogares que ayude a mejorar su salud y sus hábitos. Hasta ahora hemos hecho más de 70 trasmisiones y ya tenemos una comunidad digital con la que nos divertimos, porque esto de la pandemia nos ha dejado bastante estresados y preocupados.
Soy una apasionada de la cocina y también he impartido talleres de alimentos y cocina, porque siempre digo que soy una chef frustrada. Y en marzo del 2021 nació un proyecto que se llama “La nutrióloga católica”, que he ido encaminando para fusionar la fe con la nutrición, porque estoy orgullosa de ser católica, católica practicante.
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Pero antes, quiero poner en contexto este proyecto, porque en un tiempo yo hacía muchas prácticas del mundo, es decir, promovía el culto al cuerpo, que la gente fuera delgada y perfectamente estética. Era buena para hacer perder peso a las personas, pero me di cuenta que no era lo que hacía bien al ser humano. A mí me dejaba ganancias monetarias y me beneficiaba de las inseguridades de las personas, hasta que me di cuenta que no era lo que Dios quería.
Entonces, decidí hacer un proyecto que combinara la parte clínica con la fe, donde se fomentaran los valores del Evangelio, las virtudes, sobre todo la templanza porque nos ayuda a darle orden a nuestros pensamientos, a nuestros hábitos, en la comida, en el autocuidado, etc.
Entonces, trato de trabajar bajo esta visión católica y bajo lo que Dios quiere. “La nutrióloga católica” tiene precisamente esta esencia, ayudar a las personas a que tengan una mejor relación con la comida, con su cuerpo y que no vivan obsesionados por querer cambiar algo que Dios les ha dado.
¿En dónde te podemos ver?
Ahorita estoy en Facebook como Alma Oviedo y el proyecto de “La nutrióloga católica” está en Instagram y transmitimos los miércoles. Al inicio eran solo recetas, pero ahora es receta más un artículo de investigación. Como invitados hemos tenido religiosos, sacerdotes, médicos, especialistas, psicólogos y ha sido muy enriquecedor para la comunidad y a la gente le ha gustado el contenido.
¿El culto al cuerpo es para los católicos?
Hay una línea muy delgada, porque no está mal cuidar el cuerpo, es un llamado, y Dios nos llama y nos invita porque es un regalo de Dios, es un templo del Espíritu Santo. No es malo cuidarlo porque el cuerpo es un instrumento que nos permite llevar a cabo una misión a la cual hemos sido llamados, pero cuando ya se sale de la línea, al sobre cuidarlo, ya no es sano porque te distrae de la parte mental y espiritual.
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¿Cuáles son las inquietudes, los miedos más frecuentes de los que te ven y te siguen?
Hoy en día existe una gran batalla con el autocuidado y se ve más en mujeres que en hombres. Esto tiene que ver con la presión social y cultural por alcanzar ciertos estándares de belleza. Esta batalla lleva a la alteración de la autoimagen y las personas se pelean con su propio cuerpo y comienza la inseguridad.
¿Cuál consideras que es tu misión y qué buscas?
Quisiera poner un poquito en contexto el tema de la misión y la visión, pues el Señor me ha ido encaminando a lo que Él quiere de mí en este proyecto de “La nutrióloga católica”. Todo empezó porque, hace un par de años, conocí un centro de oración, de un grupo de laicos, en donde dan formación sobre sanación, autoestima, codependencia, tanatología y, el conocerlo y formar parte de él, porque yo quería hacer un cambio, me di cuenta que el Señor me llamaba a trabajar bajo los valores del Evangelio y de las virtudes. Dios me ha ido encaminando para que yo pueda acompañar a las personas en sus procesos y que se miren como Dios los mira. Sé que puedo hacer mucho a través de la nutrición y me gusta hacerlos sentir en un lugar seguro para que puedan compartir su historia y acompañarlos en su proceso.
¿De alguna forma los pecados pueden impactar en el alma y en la nutrición de una persona?
Sí. El cuerpo es una unidad, lo que le haces al cuerpo se lo haces al alma y viceversa. Nuestro cuerpo y nuestro espíritu están unidos. Entonces, por ejemplo, uno de los pecados capitales es la gula, el consumo y la bebida desmedida.
Además, dentro de las virtudes, los mismos cambios de hábitos y el hacer alguna actividad física nos ayuda a ejercitar y vencer la pereza. Creo que la nutrición y los hábitos nos ayudan a forjar la disciplina y el carácter para vencer los vicios y beneficiar el alma.
-Hay tres enemigos que nos ha marcado la publicidad: el azúcar, las harinas y la sal, ¿qué opinas al respecto?
Es todo un tema. Incluso ahorita hay mucha polémica entre los nutriólogos, pero mi opinión es que hay cosas que son necesarias como el sodio, pero para todo hay un punto medio. Sabemos que los excesos no son buenos, y ahí podemos hablar de virtudes. El azúcar se trata de entrar en una dieta balanceada, porque la vamos a encontrar en muchos alimentos y, en cuanto a las harinas, tenemos de diferentes tipos y depende del uso y la frecuencia. Todo se puede comer en su justa medida y balance, por eso yo promuevo el balance de las cosas y el no ser extremista. Además, todo dependerá de las condiciones de salud de cada persona.
¿Qué nos puedes decir del ayuno y del ayuno intermitente que está de moda?
El ayuno es una práctica que se ha hecho desde hace muchos años, lo vemos en el catolicismo, y es con la intención de fortalecer el espíritu. Es una forma de sacrificio y renuncia que nos hace bien al alma.
Ahora, el ayuno intermitente, es una herramienta, una práctica que tiene ciertos protocolos, que tienen resultados muy interesantes, pero aquí la pregunta sería: ¿Cuál es la intención de hacer este ayuno? Yo en lo personal sí lo recomiendo, porque no solo beneficia al alma sino al cuerpo. No es complicado hacerlo, pero hay que aprender y, sobre todo, ser guiados por un profesional.
¿Has sido testigo de milagros en ti o en tus pacientes?
Sí. La verdad he visto cosas preciosas en los pacientes. Hay mujeres que han logrado embarazos gracias a la alimentación y personas que han tenido un cambio de mentalidad gracias al trabajo que se hace. Una persona llego muy obsesionada con su peso y comenzamos a trabajar en los hábitos y cambió de mentalidad. El día que se fue, entendió que el peso es un número y me agradeció por cambiar su relación con su cuerpo y con la comida, y eso es mi mayor satisfacción. Dios me ha usado para decirles a las personas lo valiosas que son y es pura gracia el poder ayudarles a ser más felices consigo mismas, para que se traten con amor y compasión cuando se vean en el espejo.
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¿Oras por tus pacientes?
Sí. Me gusta ofrecer la comunión por ellos y me gusta ofrecer sus historias al Santísimo y ponerlas en sus manos. También, antes de cada sesión, hago una oración de Juan Pablo II que me gusta mucho, es una oración al médico, y también me gusta mucho hacer la oración al Espíritu Santo para que Dios me dé la gracia y me guíe en mi trabajo. A todos los pacientes los llevo en mis intenciones.