Estas son las religiosas que inventaron el mole poblano
Las monjas de Santa Rosa hicieron este manjar; surgió del encargo de un obispo para deleitar al virrey.
El aroma a chile tostado, a cebolla y a especias recién sancochadas invadían la cocina del convento de las dominicas de Santa Rosa. El ajetreo en la cocina era tal, que se escuchaban los pasos atareados.
“Lo que las traía tan nerviosas era la encomienda que el obispo de ese entonces, Manuel Fernández de Santa Cruz, les había encargado ese día: hacer un manjar digno para el Virrey de la Nueva España, don Tomás de la Cerda y Aragón, pues en un par de días visitaría Puebla de los Ángeles”, relata Sor Emma Virginia Tetéctl Cóyac, cronista dominica del exconvento de Santa Rosa, en Puebla.
El obispo les encargó que no hicieran ningún tipo de salsa o mulli, en náhuatl (mezcla de diferentes chiles con chocolate), porque eran muy picantes. Al final la encomienda quedó en manos de Sor María Ana de San José -dice la cronista- quien estaba afanosa moliendo. De la mezcla salía un olor muy sabroso que llamó la atención de otra de las hermanas.
“Qué bien mole, hermana”, le dijo.
“Las religiosas rieron y le señalaron que lo correcto era decir ‘qué bien muele’, pero a partir de ese momento el platillo se llamó mole y, obviamente, el virrey quedó embelesado”, cuenta la cronista.
En la actualidad, el Convento de Santa Rosa, en el centro de Puebla, es un museo, y las hermanas dominicas viven en un convento cercano al centro de la ciudad, donde aún elaboran mole bajo pedido.
“Hacerlo es muy laborioso, nos tardamos varios días porque seguimos la receta de Sor Ana. Fue una fuente de ingresos muy importante para nosotras por siglos; sin embargo, en la actualidad la producción ha bajado; antes hacíamos entre 15 a 20 kilos anuales, ahora sólo 3 o 5 kilos”, dice la hermana Emma.
Para órdenes bajo pedido, las hermanas atienden al 222-245-9496. Sólo hay entrega en sitio.