¿Es congruente ser cristiano y vivir deprimido?

Leer más

Homilía al cumplirse diez años del fallecimiento del Cardenal Ernesto Corripio Ahumada

“Les he escrito esta breve carta para que sepan cuál es la verdadera gracia de Dios” (1 Pe. 5,12). Con estas palabras despide el apóstol Pedro su mensaje a la comunidad cristiana de la primera generación, y estas cartas dan testimonio de cómo fueron transmitiendo la fe hasta llegar a nuestros días, por medio de […]

“Les he escrito esta breve carta para que sepan cuál es la verdadera gracia de Dios” (1 Pe. 5,12).

Con estas palabras despide el apóstol Pedro su mensaje a la comunidad cristiana de la primera generación, y estas cartas dan testimonio de cómo fueron transmitiendo la fe hasta llegar a nuestros días, por medio de la sucesión apostólica.
En este día en que celebramos a san Marcos, sus enseñanzas como buen Evangelista y discípulo de Cristo fueron los medios que tuvieron a su alcance los primeros evangelizadores, que, como bien afirma el texto del Evangelio, inmediatamente obedecieron el mandato de Jesús resucitado, de ir a todos los rincones de la tierra y predicar la Buena Nueva, de que Cristo nos ha rescatado y nos ha abierto las puertas de la eternidad, de que nos acompaña y nos acompañará hasta el final de los tiempos. “Por eso está sentado a la derecha de Dios Padre” (Mc 16,19).
Esta predicación del Evangelio de la Buena Nueva ha venido siendo transmitida a lo largo de los siglos, hasta llegar al siglo XVI, en que se constituye esta Arquidiócesis de México. Desde entonces contamos con esta Iglesia particular de México, y con el compromiso de esta herencia, buscamos dar el testimonio necesario para que las nuevas generaciones asuman la fe; no simplemente como una manera de vida que mantenga la esperanza en la eternidad, sino como un estímulo y aliento, como una motivación para descubrirnos como hermanos, para ser una sociedad fraterna, donde desterremos el odio y la violencia, la agresión y la marginación.
La Buena Nueva que trajo Jesús es que somos hijos de un mismo Padre, y que el Espíritu de Dios anima la conducción pastoral en cada uno de estos rincones del mundo, donde se constituye una Iglesia particular, a la cabeza de un Sucesor de los Apóstoles.
Esta mediación y conducción es lo que hace vivir a la Iglesia, es lo que le da la unidad y la comunión para poder dar testimonio eficaz y atractivo en torno a quien estamos reunidos por la fe. Así Cristo se hace presente no solamente de forma individual a través de todos los hijos de Dios, sino en la organicidad de una Iglesia particular.
Por eso, hoy queremos presentarle a Dios Nuestro Padre, con gratitud, el ministerio que ejerció el Cardenal Ernesto Corripio Ahumada durante 19 años, conduciendo a esta Arquidiócesis de México, con sabiduría, llevándola a un Sínodo en donde se clarificaron los caminos pastorales; un hombre que le tocó vivir momentos difíciles de la Arquidiócesis, para restructurarla, para hacerla caminar, organizando las Vicarías Episcopales. Le tocó también formar un gran equipo con Obispos Auxiliares. Y luego la tragedia, el drama de 1985, en donde, secundado por muchas instituciones, y especialmente por los católicos de esta Arquidiócesis, dieron un testimonio elocuente de solidaridad con las víctimas.
Hoy le damos gracias a Dios de haber tenido esta mediación; de que haya tenido esta Iglesia particular, en la persona de Don Ernesto Corripio, el pastor adecuado para los tiempos adecuados.
Hoy le decimos a Dios Nuestro Padre que nos ayude también a recoger los frutos de su ministerio, como lo ha intentado –y agradezco su presencia– el Cardenal Norberto durante más de 22 años, para continuar este ministerio tan especial de ser Sucesor de los Apóstoles y cabeza de una Iglesia particular. Y hoy les pido también a Ustedes que me tengan en cuenta en su oración, para poder continuar esta presencia de Iglesia en el contexto sociocultural que nos toca vivir.
Nunca olvidemos lo que dice el Apóstol Pedro al inicio de la primera lectura: “Dejen en las manos de Dios todas sus preocupaciones, pues Él cuida de ustedes” (1 Pe. 5,7).
Con la confianza de que es el Señor Jesús, quien nos sostiene, nos alienta, nos consuela, nos orienta y nos conduce por medio de su Espíritu, alabemos a Dios, Nuestro Padre, y aumentemos nuestra esperanza de llevar a cabo la misión de dar a conocer al mundo de hoy la Buena Nueva del Evangelio de Jesucristo. ¡Que así sea!

+Carlos Cardenal Aguiar Retes
Arzobispo Primado de México