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Entrevista con el arzobispo Fisichella: La misericordia no tiene fronteras

Entrevista con el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la promoción de la nueva evangelización.

19 julio, 2019
Entrevista con el arzobispo Fisichella: La misericordia no tiene fronteras
Foto: Cathopic

Las obras de misericordia no son solo las corporales y espirituales sugeridas por el catecismo, sino muchas más. Son todas aquellas a las que nos enfrentamos cada día en la vida. Este es el significado del «Viernes de misericordia» buscado por el Papa como un signo de caridad. Habla sobre ello en esta entrevista con L’Osservatore Romano el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la promoción de la nueva evangelización, que también hace un balance de los diversos aspectos de la actividad del dicasterio.

Uno de los legados más importantes del jubileo que terminó hace más de dos años son los «Viernes de la Misericordia», que continúan marcando el viaje pastoral del Papa Francisco. ¿Cuál es su significado?

Los Viernes de la Misericordia continúan porque son una señal que se ofrece a la Iglesia. El papa los quiso durante el jubileo. Hemos hecho uno cada mes para indicar que estas visitas «sorpresa» que hace el Papa son una indicación de la vida de la Iglesia y del cuidado pastoral. También en 2018 llevamos a cabo algunos. Son siempre gestos simbólicos. Es el Pontífice que va a saludar a los chicos de una escuela secundaria de la periferia, que va a visitar un centro de recepción para migrantes sanitarios, que va a compartir un momento con jóvenes con discapacidades mentales que le habían escrito para confiarle el deseo de una visita suya, que cono- ce las nueva esclavitudes que provienen de las drogas o la prostitución. Todos son signos de diferentes formas de pobreza: porque no olvidemos: la pobreza tiene tantas caras. Solemos hablar de los pobres en general; pero estas personas tienen rostros marcados por las formas más dispares de marginación, falta de atención, indiferencia y rechazo. Con estos viernes, el Papa quiere reiterar que las obras de misericordia no solo son las corporales y espirituales que nos han enseñado en el catecismo, sino que son to- das aquellas con las que debemos enfrentarnos todos los días en la vida. Y por eso no son solo catorce: son infinitas. Los viernes nos recuerdan que todos los días debemos, como dice Francisco, «misericordiar», es decir, vivir la misericordia concretamente.

Otro de los legados del jubileo son los misioneros de la misericordia. ¿Cuál es su papel hoy?

El jubileo de la misericordia continúa con su espiritualidad. Misericordia es una palabra clave para entender al papa Francisco. El jubileo en realidad fue vivido a un nivel universal. No olvidemos que fue la primera vez que se abrió la Puerta Santa en todas las catedrales del mundo y también en los santuarios. Tuvimos alrededor de novecientos cincuenta millones de fieles que vivieron y experimentaron las riquezas de ese año santo. Los números no son importantes, pero indican que fue un fenómeno vivido intensamente en toda la Iglesia, todo lo contrario a un fracaso, ¡ya que algunas malas lenguas quieren insinuar otras cosas! En este contexto, los misioneros continúan su trabajo. El Papa se reunió con ellos y les dio un mensaje muy exigente. Recientemente, recibiendo a los líderes de los santuarios en audiencia, el Pontífice recordó que la figura de los misioneros de la misericordia debería emerger aún más en los santuarios. Significa que es un tema particularmente importante y muy importante para él.

¿Cuántos misioneros hay ahora?

Hay alrededor de un millar, pero su número está destinado a crecer porque hay un deseo de hacerlos más visibles, para que su acción sea cada vez más extensa y efectiva. El próximo año habrá reuniones nacionales antes del nuevo encuentro con Francisco en 2020. También hemos creado un anuario que se enviará a todos los obispos, para que puedan darse cuenta personalmente de la importancia de estos misioneros y puedan contactarlos para celebraciones particulares, como las «24 horas para el Señor», o en Cuaresma, como predicadores para que las personas tomen conciencia de la misericordia. Representan una continuidad concreta del mensaje del año jubilar.

A fines del año pasado, el Papa Francisco celebró el segundo Día mundial de los Pobres. ¿Cuál es el significado de esta iniciativa?

Este día es ante todo un signo. Y como cualquier signo, es una llamada a ir más allá de lo que realmente se realiza. En primer lugar, el Día mundial de los Pobres se presenta a través de un mensaje del Papa que cada año se convierte en una reflexión, pero también en una provocación. El tema del último celebrado en noviembre de 2018 fue: «Este pobre gritó y el Señor lo escuchó». La reflexión del Pontífice tenía la intención de hacernos comprender que no siempre estamos en sintonía con la misma respuesta que Dios da a las necesidades de los pobres, porque nos mantenemos indiferentes y continuamos mirando al otro lado. Desde esta perspectiva, la señal ha tocado los corazones de las personas, porque en el mundo, el Día Mundial de los Pobres está comenzando a celebrarse concretamente. Hay muchos días mundiales dedicados a diferentes temas: algunos de ellos se han celebrado durante más de medio siglo. El de los pobres va aún por su segunda edición, por lo que aún debe desarrollarse más. Sin embargo, lo que más llama la atención son las iniciativas que se organizan en las diócesis. Solo por poner un ejemplo, la Catedral de Berlín está cerrada por restauración en este momento, pero el arzobispo quiso reabrirla solo para el Día, convirtiéndola en un gran «comedor» para hospedar a los pobres durante el almuerzo. Esto asume un significado no despreciable, también debido a que de Alemania principalmente tenemos una imagen vinculada a la riqueza y la opulencia. Por el contrario, vimos que la catedral de Berlín se reabrió para los pobres al mismo tiempo que el Papa almorzaba con ellos en el Aula Pablo VI. En este sentido, en las Iglesias locales el Día también se convierte en un momento en el que, al menos una vez al año, los protagonistas son realmente los pobres, que de esta manera nos evangelizan. Aquí está la intuición fundamental del Papa Francisco: los pobres nos evangelizan. La atención a los pobres es el mensaje que transmiten: la alegría del Evangelio.

¿Cuáles fueron las iniciativas más significativas promovidas para esta ocasión?

Cabe mencionar el centro sanitario solidario, que funcionó del 12 al 18 de noviembre. Me gustaría subrayar el hecho de que se creó en la plaza de San Pedro, es decir, justo dentro de la «casa del Papa». Nos abrió el corazón el hecho de ver que todos los días de la semana acudieron muchas personas necesitadas. Significa que hay una emergencia. Es un signo de la necesidad de centrarse en los pobres al menos una vez el año. Se brindaron más de tres mil servicios de salud y compramos y distribuimos cientos de medicamentos. Pero más allá de los números, las pequeñas historias diarias cuentan sobre todo, y también nos han enseñado a tener en cuenta las necesidades especiales en las que no habíamos pensado. Por ejemplo, uno de los invitados vino a practicarse un examen ocular. El médico le mostró las letras de nuestro alfabeto, pero no pudo responder porque era un inmigrante y no las conocía. Entonces el oftalmólogo le mostró los números y con ellos encontró un lenguaje común. Otro ejemplo fue la entrega de análisis clínicos. Hubo una persona que miró los informes pero no pudo interpretarlos. Luego se le explicó en términos generales cómo leerlos. Bueno, inmediatamente después de él, otras seis personas ya habían hecho fila para pe- dir explicaciones. Esto nos hace entender que el servicio siempre debe ser apropiado para aquellos a quienes acogemos.

¿Qué papel juegan los santuarios en este sentido?

Los santuarios son un lugar privilegiado donde la misericordia encuentra un hogar. Son un lugar de acogida, donde se vive la reconciliación, donde se recibe a los pobres de todo tipo, donde incluso aquellos que no comparten nuestra fe encuentran un espacio de silencio, encuentran la posibilidad de contemplar la belleza. De allí puede surgir el deseo de Dios. En los santuarios, la fe de la gente se encuentra instintivamente. Nuestra gente vive la fe de la manera más sencilla y no necesita tratados teológicos. Solo hay necesidad de signos que indiquen cercanía, ternura. La misericordia se expresa de muchas maneras, tiene muchas caras y nombres. Y uno de sus nombres es la ternura. Hace algún tiempo, en Loreto, viví la experiencia de peregrinación a la Santa Casa. Es interesante ver la sencillez de la fe de nuestro pueblo, que a lo largo de la noche participa en una vigilia en espera y recuerdo de la transposición de los muros de la casa de la Virgen. Esto despierta una profunda emoción, porque nos hace tocar la fe de los sencillos, a quienes el Señor les revela el misterio del reino de los cielos.

Nicola Gori



Autor

L'Osservatore Romano, el periódico del Vaticano. Edición para México.