Palabras hastiadas

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“La muerte de Norberto nos tiene que hacer actuar”

Norelia Hernández, mamá del estudiante asesinado Norberto Ronquillo, visitó la Basílica antes de partir a Chihuahua. En entrevista habla sobre actuar contra la violencia.

12 junio, 2019
“La muerte de Norberto nos tiene que hacer actuar”
Norelia Hernández. Foto: Ricardo Sánchez/DLF

Son las 20:30 horas del martes 11 de junio. Norelia Hernández, la madre que recién perdió a su hijo de 22 años, Norberto Ronquillo, llega a la Basílica de Guadalupe en un Uber que se estaciona sobre Calzada de los Misterios.

Luce tranquila, a pesar de los días intensos que ha vivido. Una semana atrás, casi a la misma hora, su hijo Norberto fue secuestrado, y apenas el lunes 10, en un escondido lugar de Xochimilco, fue hallado sin vida.

Del anonimato en su trabajo como chef en Chihuahua, Norelia pasó a ser el símbolo de una sociedad dolida por las crecientes cifras de inseguridad. Su testimonio, frente a decenas de reporteros y cientos de personas, cautivó al mostrarse como una mujer de fe y ajena a las quejas y al repudio que suelen generar casos como este: “Pídanle mucho a Dios, pero no por mí, porque yo voy a estar bien. No por Norberto, porque él no puede estar mejor. Oren por todas esas personas que tienen lastimados sus corazones”, dijo en la funeraria.

Sin reporteros, ni familiares –sólo con tres acompañantes–, Norelia llega cuando la última Misa del día en Basílica está por terminar. En sus manos lleva 22 rosas –una por cada año de vida de Norberto– para depositar ante los pies de una imagen de San Juan Diego.

Después de varios minutos en los vitrales ante la tilma de la Virgen de Guadalupe, donde la recibe con un abrazo el canónigo hospitalario Luis Felipe García Álvarez, la madre acepta contar su testimonio a Desde la fe.

“Soy una mujer especial”

“Vengo a dar gracias. Somos una familia de mucha fe. Cuando recibo la noticia, lógico que fue muy impactante, y lo primero que hice fue agarrarme de la Virgencita. Le dije: ‘no me sueltes’. Todo este proceso ha estado conmigo”.

“Le pedí que estuviera con él, que le permitiera no tener miedo, que él supiera que iba a estar bien, pasara lo que pasara. Que si ellos tomaban la decisión de liberarlo iba a estar bien, pero si no, también. Mi fe me hace creer que él está ahorita en un mejor lugar”, dice.

“El día que Dios me regaló a Norberto, yo sabía que estaba prestado, y hasta ahorita me doy cuenta. Nunca me había sentido especial, pero veo el amor que levantó mi hijo. Era un niño muy especial, un niño de luz que siempre ayudaba. Si Diosito me eligió a mí para madre de un ángel terrenal, quiere decir que soy especial, y así me siento”.

El poder de la fe

Norelia Hernández guarda un segundo de silencio cuando se le pregunta cuál es el valor de la fe en su vida. Y después sonríe. “No estaría viva, y no me refiero a una vida de carne. Yo estaría maldiciendo, llena de odio, rencor y sufrimiento. Cuando uno tiene rencor y odio, qué puede recibir más que lo mismo”.

La madre de Norberto cuenta entonces una anécdota ocurrida momentos antes. “Un amigo me preguntaba: ‘¿Por qué te pasa esto a ti, si tú eres un ser de luz?’, y yo le dije ‘¿Por qué yo no?, ¿qué tiene esta señora o aquella, o la mamá de cuantos Norbertos atrás? ¿Por qué yo no? ¿Quién soy yo para que no me pase esto?’ Y él me respondió: ‘Tú no te lo mereces’. Y yo le dije: ‘Todos los días rezo el Padre Nuestro y levanto mis manos y digo, Señor hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el Cielo. A veces rezamos el Padre Nuestro como tarabilla, pero es un compromiso’”, afirma.

“Ojalá que esas familias que están alejadas de Dios se acerquen porque es maravilloso sentir su cobijo. ¿Cómo alguien que no tiene fe puede pasar por esto? Se queda muerto en vida, y ya”.

“Hemos fallado”

Norelia Hernández asegura que le han preguntado si quiere venganza o si debe exigir la renuncia de algún funcionario; sin embargo, ella pide dejar “en manos de la justicia” el destino de los secuestradores.

“Querían que yo politizara esto, y sé que nos falta mucho como país, pero también sé que, hablando como madre, estamos fallando como padres y como sociedad. Nos faltan muchos valores, no estamos haciendo nuestra tarea, no estamos inculcando el amor y el servicio.

“Estamos con un cáncer social tremendo, y en una parte son las autoridades, pero también nosotros no hacemos nada, nos hemos vuelto insensibles. Este cambio se logra desde la fe, desde el amor, desde el núcleo. Entre todos sí podemos hacer algo. De la mano, sociedad, Iglesia y gobierno hay muchas cosas por hacer”, afirma.

Al final, Norelia comparte lo que para ella es el sentido de esta tragedia: “La gente recuerda a Norberto como una persona que de todo sacaba algo bueno, y quiero creer que todo esto pasó para algo, para que suceda algo. No sé qué va a suceder, pero tiene que suceder”.

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