El Credo de Nicea cumple 1700 años: ¿por qué se reza y cuál es su significado?
El Concilio de Nicea definió la fe trinitaria y proclamó a Jesucristo como el Salvador, un legado que sigue vivo en el Credo Niceno.
En mayo, el mundo celebrará los extraordinarios frutos derivados de la apertura del Concilio de Nicea en el año 325, que representó un punto de inflexión en la Iglesia Católica con la elaboración de una fórmula para la profesión de fe y el reconocimiento público de un Dios trinitario.
Al cumplirse 1700 años de aquella fecha, este episodio invita hoy más que nunca a los cristianos a unirse en alabanza y gratitud a la Santísima Trinidad, “y en particular a Jesucristo, el Hijo de Dios, de la misma naturaleza del Padre”, que nos ha revelado semejante misterio de amor”.
Por este motivo, la Comisión Teológica Internacional hizo público un trabajo titulado: “Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador: 1700 años del Concilio Ecuménico de Nicea 325-2025”. El denso documento, que tomó al menos dos años de estudio y discusiones, cuenta con el dictamen favorable del papa Francisco, que el 16 de diciembre de 2024 autorizó su publicación.
Pero, ¿qué es el Credo de Nicea?, ¿por qué es tan importante?, ¿qué implicó aquel concilio para los sínodos en la Iglesia?, ¿cuál es la lección y el mensaje del Credo de Nicea hoy?
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¿Qué es el Credo de Nicea?
Cuando participamos en una misa dominical y en aquellas de precepto, tras la homilía se realiza la Profesión de Fe, la cual consiste en recitar una declaración conocida como el “Credo”, término latino que traducido al español significa: “Creo”.
A través de la oración, los creyentes confesamos grandes misterios de la fe por medio de una fórmula válida y reiteramos nuestro “sí” a las verdades que se nos han dado a conocer en el seno de la Iglesia Católica.
Existen dos fórmulas aceptadas: una es llamada el Credo de los Apóstoles, la otra es el Credo Niceno o Credo de Nicea, también nombrado algunas veces como “credo largo” debido a la extensión del texto.
El Credo Niceno debe su nombre al hecho de que fue desarrollado a partir del Primer Concilio de Nicea en el año 325, hace exactamente 1700 años. Y en principio, surgió como un esfuerzo por combatir errores teológicos como el arrianismo, el cual negaba la divinidad de Cristo. Por ende, el objetivo central del Credo es claro: proclamar la fe que todos creemos.
Al respecto, el Catecismo de la Iglesia Católica nos brinda detalles adicionales: “Creo, (Símbolo de los Apóstoles): Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo”. (cf CIC, 167).
“Creemos’ (Símbolo de Nicea-Constantinopla, en el original griego): Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los creyentes. ‘Creo’, es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: ‘creo’, ‘creemos”. (CIC).
¿Cómo dice la oración del credo?
El símbolo Niceno-Constantinopolitano se estructura en torno a una afirmación de la fe trinitaria. Es la siguiente:
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;(…)
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre, [y del Hijo] que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas. (…)
¿Cuál es la importancia del credo de Nicea?
La importancia de este símbolo de fe radica en que “recoge, define y proclama la fe en la salvación en Jesucristo y en el único Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo”. Lo explica la Comisión Teológica Internacional en su documento, que aparte de una nota preliminar, consta de 124 artículos desarrollados a través de una introducción, cuatro capítulos y una conclusión.
“El símbolo de Nicea profesa la buena nueva de la salvación integral de los seres humanos por Dios mismo en Jesucristo”, argumenta el texto.
Por ello, 1700 años después, se trata de celebrar este acontecimiento con una alabanza a la gloria de Dios, tal como se manifiesta en el tesoro inestimable de la fe expresada por el símbolo: “La belleza infinita de Dios Padre que nos salva, la inmensa misericordia de Jesucristo nuestro Salvador, la generosidad de la redención que se ofrece a cada ser humano en el Espíritu Santo”.
¿Cuál es hoy la lección y el mensaje del Credo de Nicea?
Benedicto XVI explica que la lección más sencilla y fundamental del Concilio es decir que el cristianismo “en su esencia consiste en la fe en Dios, que es Amor trinitario, y en el encuentro, personal y comunitario con Cristo, que orienta y guía la vida”.
Lo importante hoy, abunda el pontífice, “es que se vea —de nuevo, con claridad— que Dios está presente, nos cuida, nos responde. Y que, en cambio, cuando falta la fe en Dios, se derrumba lo que es esencial”.
Por otra parte, añade, “el Concilio nos recuerda que la Iglesia, en todos sus componentes, tiene la tarea, el mandato, de transmitir la palabra del amor de Dios que salva, para que sea escuchada y acogida la llamada divina que contiene en sí nuestra bienaventuranza eterna”. (Benedicto XVI, 2012).
“El mensaje de Jesús no puede disociarse de su persona: él es para todos ‘el camino, la verdad y la vida’ (Jn 14,6) y no sólo un maestro de sabiduría entre otros”.
¿Qué implicó el concilio para los futuros sínodos?
Explican que el Concilio de Nicea fue el primer concilio llamado “ecuménico”, porque por primera vez fueron invitados los obispos de toda la Oikoumenē. “Por tanto, sus resoluciones debían tener un alcance ecuménico, es decir universal: así fueron recibidas por los creyentes y por la tradición cristiana, mediante un largo y laborioso proceso”.
En este aspecto, el numeral 3 del documento destaca que aquel concilio también “marcó la importancia cada vez más grande de los sínodos y de las formas sinodales de gobierno en la Iglesia de los primeros siglos”.
Sin embargo, se aclara que el trabajo está basado en el símbolo de Nicea-Constantinopla (381) y no estrictamente hablando en el elaborado en Nicea (325): “De hecho, fueron necesarios unos cincuenta años para aceptar el vocabulario del símbolo de Nicea y ponerse de acuerdo en el alcance universal del primer concilio”.
Detallan que abrazar la riqueza del Concilio de Nicea, 1700 años después resalta la “extraordinaria inmensidad de la fe trinitaria, cristológica y soteriológica” contenida en la fórmula, la cual constituye una “densa síntesis de la fe cristiana”.