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Comunicación asertiva, ¿cómo puedo aplicarla en la familia?

Gabriela Rodríguez Cuentan que al inicio, cuando sólo Dios estaba en el mundo recién creado, se paseaba contemplando su creación y veía que todo lo que había hecho era bueno. Él sintió un gran deseo de compartirlo, y fue entonces que hizo al hombre. El diálogo con Dios se da a través de la belleza […]

Gabriela Rodríguez

Cuentan que al inicio, cuando sólo Dios estaba en el mundo recién creado, se paseaba contemplando su creación y veía que todo lo que había hecho era bueno. Él sintió un gran deseo de compartirlo, y fue entonces que hizo al hombre. El diálogo con Dios se da a través de la belleza del cielo y de todas sus creaturas, a través de su presencia y de sus cuidados, y a través de los muchos momentos que tuvieron cuando Dios, cada tarde, bajaba a hablar con Adán y con Eva.

En la familia pasa algo semejante, la comunicación más profunda se da en lo que cada uno es. Todo comunica: palabras y silencios, gestos y posturas, los intereses de cada miembro de la familia, en resumen: comunicamos lo que somos y lo que hacemos de una forma continua.

A los hijos les comunicamos la vida y después nuestro amor a través de nuestros cuidados; más adelante les comunicamos el mundo a través de nuestros ojos, lo que creemos que es bueno o malo, lo que nos gusta que hagan y lo que nos disgusta, en fin. Lo que no podemos es no comunicar.

Comunicamos también nuestro estrés y nuestras preocupaciones aunque nunca les hablemos de ellas, nuestros estados de ánimo y muchas veces la impotencia que sentimos ante las situaciones cotidianas que nos sobrepasan: unos niños inquietos que no quieren irse a dormir, la casa desordenada a pesar de nuestros esfuerzos, la comida que se acaba de inmediato y que cada día nos cuesta más trabajo proveer, etc. Y muchas veces cuando esto pasa, nos duele darnos cuenta que el mensaje que estamos dando no es el que queríamos dar, que terminamos reclamando en vez de compartiendo nuestra necesidad, que nos cuesta pedir algo sin que suene a una exigencia.

Muchos matrimonios sufren porque no saben comunicarse, se sienten atacados o a la defensiva, incomprendidos y llevando solos la carga que querían llevar juntos desde la perspectiva del amor.

Las mamás se sienten culpables porque gritan y regañan, y temen lastimar a las personas que más aman, cuando lo que querrían es formar unos hijos seguros, responsables y muy amados.

Los esposos se sienten incomprendidos y solos, y sin darse cuenta ese sentimiento los lleva a irse aislando cada día más, buscando refugio en su trabajo, en la televisión o en su teléfono, si no es que a veces también en los amigos y el alcohol.

De aquí la gran importancia de aprender a comunicarnos asertivamente, de aprender cómo decir lo que siento y lo que necesito para ser escuchado y recibir empatía. Sabemos que este reto es muy grande, pero hay acciones muy sencillas que nos pueden ayudar a mejorar:

1. Hablar mucho de lo positivo: lo que me gusta del otro, lo que admiro, lo que me hizo sentir feliz.

2. Agradecer todo lo que recibo de mis padres, de mis hermanos, de mis hijos, de mi esposo o esposa, hasta lo cotidiano, hasta lo que hacen por deber.

3. Nunca exigir o reprochar, en vez de eso comunicar lo que yo siento y lo que necesito, quitando la carga de enojo de nuestras palabras.

4. Repetir lo que escuché que me pidieron para ver si entendí bien.

5. Cuando alguien me cuente algo, dar la razón en lo que el otro la tiene antes de dar mi opinión o contradecirlo, evitar iniciar con frases como: no, no estoy de acuerdo.

6. Llenar mi lenguaje de palabras amables y eliminar adjetivos ofensivos: “inútil”, “Mentiroso/a”, “flojo/a” etc.

También les recomendamos lecturas como el libro “La comunicación No violenta” de Marshall B. Rosenberg. O “Cómo Hablar para que los niños escuchen” de Adele Faber y Elaine Mazlish.

Finalmente les recomiendo el Taller de “Comunicación Asertiva” que llevaremos a cabo el 7 de octubre de 2017 de 10:00 am a 1:00 pm, en Cenyeliztli. Aparta tu lugar llamado al 55 36-1676.