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Mayo, mes de las madres

María José Silias Hace una semana hablábamos de algunos tipspara cuidar la relación con nuestra mamá, y la comparábamos con el cuidado a una plantita. En esta ocasión es turno de hablar de las madres, y motivos sobran. No sólo por sostener todo el proceso del embarazo, el darte a luz y el estar contigo […]

María José Silias

 

Hace una semana hablábamos de algunos tipspara cuidar la relación con nuestra mamá, y la comparábamos con el cuidado a una plantita. En esta ocasión es turno de hablar de las madres, y motivos sobran.
No sólo por sostener todo el proceso del embarazo, el darte a luz y el estar contigo presente en todos o la mayoría de eventos importantes en tu vida, sino porque estoy segura que ha sido capaz de regar la plantita de su relación contigo de una forma impresionante, pero, ¿cómo lo hace?

Fíjate que detrás de esta historia de riego, iluminación, abono y cariño existe una cantidad de virtudes que “El Sembrador” le entrega en su paquete de mamá, tan es así que Jesús también quiso gozar de ello.

Una madre es alegre. Ella se encarga de poner al hogar un ambiente de tranquilidad y alegría que permite que cada quien se desarrolle mejor. Está en las buenas noticias y te apoya en los malos momentos intentando animarte. Hasta te pone apodos de cariño.

Una madre es entregada. Ya que da su alma, su ser y su amor. Desde el alimento hasta su dedicación para el cuidado de cada hijo específico. Entregada en la educación.
Una madre es educadora. ¡Uy! Esta es de sus principales ambiciones, pues tiene la tarea especial de ayudar a dejar buenos alumnos, ciudadanos, fieles y en general personas felices para este mundo. Educa no sólo por las tardes con las tareas de la escuela, sino que educa en el amor y educa en valores.

Una madre es guía. Te guste o no, tiene experiencia en varios temas, sabe resolver problemas y sabe por dónde guiarte para ayudarte a afrontar los tuyos.
Una madre trabaja en equipo. Pues aunque sea madre soltera, sabe que el camino de la educación de los hijos será más fácil rodeada de amigos, comadres, y claro, también su mamá para el apoyo necesario en sacarlos adelante. Y si tienes la gracia de tener a ambos padres, mucho mejor el poder compartir entre ambos esta tarea. Hace equipo con su misma familia.

Una madre es paciente. Sabe esperar y entiende que cada uno de sus hijos tiene un carácter, personalidad y un ritmo de crecimiento diferente. Paciente en el entendimiento de algunas travesuras. Paciente en su espera cuando de adolescente uno se va de fiesta.

Una madre es silenciosa. Te podrá sonar incongruente porque estamos acostumbrados a uno que otro grito o llamada de atención, que claramente no nos gusta, pero en silencio guarda una cantidad de recuerdos, aprendizajes y experiencias para contarte cuando seas más grande, para contar a papá o para sólo mantener como secreto entre ella y Dios.

Una madre es mansa y humilde. Como María, dijo sí a la vida y a lo que ello conllevaba, reforzando con un “hágase” silencioso en su día a día. Seguramente muchas veces le toca aceptar sufrimientos por sus hijos, que en algunos casos podrían estar muy cerca de lo que María sufrió con la crucifixión de Jesús.

Una madre no sólo tiene una dimensión física, sino también una psicológica y espiritual, así que seguro ya vino a tu mente un sinfín de más virtudes, y con ello recordarás a más personas: esa tía que está presente, la maestra que te apoya en el salón de clases, la mamá de tu amiga(o) que también escucha tus travesuras y te ayuda con algunas soluciones, la religiosa de la iglesia, el convento o incluso del colegio.

A todas esas mujeres que están presentes en tu vida, ¡también felicidades y bendiciones! Su labor de riego es enorme.