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Lectio Divina: “¡Que Viva México, pero que Viva!”

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”. Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con […]

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”. Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.

Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.

Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’. Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía. Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.

Mateo: 18, 21-35


“¡Que Viva México, pero que Viva!”

P. Oscar Arias

Meditatio

Para meditar el Evangelio que leemos este domingo y tratar de comprender un poco más su significado, valdría mucho la pena regresar al Antiguo Testamento, al Génesis (4,24); donde encontraremos la venganza de Lamek, quien anuncia una espiral de violencia que se convertirá en la antesala del diluvio sobre la tierra. Es un cántico violento, bárbaro, un “testimonio creciente de la ferocidad creciente de los descendientes de Caín” (ver Gn. 4,24 en los comentarios de la Biblia de Jerusalén). “Yo maté a un hombre por una herida que me hizo, y a un muchacho por un moretón que recibí”. Así, Caín, que merecía la pena de muerte por haber matado a su hermano, sólo podrá permanecer en vida, por el perdón de Dios y el signo con el que lo protege. “Siete veces será vengado Caín, pero Lamek, setenta y siete”.

Estos números son una expresión de algo que ya se sale de control, una violencia creciente, un odio a muerte, sed que no se apaga con el asesinato de uno, sino que exige la muerte de un número que significa plenitud, amplitud, algo grande, abundante.

Ya el domingo pasado, escuchábamos la importancia de la corrección fraterna, aquélla que primero va con la persona que se ha equivocado, después le da dos oportunidades más, y si eso aún no fuera suficiente, entonces manda apartarse de aquella persona. Podría parecer que algo falta a este proceso, como que apartarse no resuelve el que la persona esté realizando algún mal, esté causando algún daño.

Y esa propuesta del perdón, la presenta el Evangelio que hemos escuchado este domingo, hablando que tenemos que perdonar, no sólo por buenos que somos, sino por que a nosotros se nos ha perdonado muchísimo.

Contemplatio

Basta contemplar el mundo actual, donde con tantas situaciones y noticias violentas ya casi ni nos espanta el que a alguien le hayan cortado la cabeza, cuántas agresiones a jovencitas, a familias enteras en la carretera, parecen los tiempos de Caín y Abel, de la descendencia de Caín, con Lamek, queriendo vengarse exponencialmente, por generaciones, setenta y siete veces más.

Y es que el perdón es una característica del cristiano, pero no por buenos que somos, sino porque no podemos continuar siempre en la espiral de la violencia. Recordemos que violencia genera más violencia, ser racista o despreciar a cualquier persona por sus creencias, por su manera de vivir, por ser diferente de mí, parece ser la misma violencia de aquellos tiempos.

Hace poco veía en una entrevista de televisión que una persona blanca le decía a una conductora de color, que a ella podría quemarla viva por vivir en los Estados Unidos; he visto gente que por ver a personas con rasgos de latino, puede golpear e insultar hasta cansarse, sólo la fatiga detiene sus golpes y sus agresiones.

Cuánta falta nos hace ir a proclamar el Evangelio de este domingo a todas las calles y no sólo en nuestro país vecino, sino en nuestra propia ciudad, donde presumimos que no hay cárteles del crimen organizado y donde todos, todos los días aparecen personas sin vida por peleas, por robos, por asaltos a plena luz del día.

Deberíamos celebrar las fiestas patrias, siendo mejores mexicanos, cuidándonos unos a otros, corrigiéndonos como hermanos que somos, perdonándonos porque hemos sido perdonados.

Oratio

Señor Jesús, en este mes patrio, ayúdanos a ser mejores mexicanos, pero no sólo comiendo pozole, tamales o tostadas, sino haciendo que vivamos en mejores situaciones de respeto, de paz y construyendo la reconciliación como apenas el Papa Francisco lo dijo en Colombia.

Actio

Esta semana digamos ¡viva México!, pero no sólo con la voz, sino ayudando a otro mexicano a que viva mejor.