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Lectio Divina: “Velen, porque no saben ni el día ni la hora”

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a aquellas diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; […]

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a aquellas diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó un grito: ‘ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’. Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’. Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’. Estén pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora”. (Mt 25,1-13)


P. Julio César Saucedo

 

¿Qué dice el texto?

El capítulo 25 del Evangelio según san Mateo se inserta en un discurso que tiene como tema los últimos tiempos. De modo que esta parábola es una clara invitación a la vigilancia ante el Señor que viene. La parábola, por tanto, pone en evidencia la experiencia terrena vivida por los discípulos en la espera del esposo.

El ambiente de la parábola corresponde a los usos nupciales del antiguo Oriente, en el que se acostumbraban dos cortes una que corresponden a la casa del esposo y la otra, a la de la esposa. Otro aspecto importante, es el óleo de las lámparas. Este aceite significa camino de conversión y de perseverancia, custodiado a un caro precio con el empeño cotidiano. Un texto bíblico importante a este respecto se encuentra en el libro de los Proverbios (31,10-31), en el que se hace referencia a la mujer fuerte: “no se apaga por la noche su lámpara” (v. 18). En efecto, la mujer –como es narrada en este pasaje– busca en cada momento de la jornada el bien del marido y de los hijos. Tal mujer, para algunos biblistas, representaría la sabiduría, y el óleo con el cual mantiene viva la flama de la lámpara, indicaría la capacidad para administrar la vida con ciencia. De modo que, con esta parábola se indica, justamente, que la actitud discipular en la espera del Señor, será siempre un camino de conversión, que implica el compromiso diario; por el contrario, cuando el discípulo coloca en el centro de su vida otros intereses, deja que el óleo de las lámparas no venga bien administrado.

 

¿Qué me dice el texto?

El texto pone en evidencia la importancia de la vigilancia y la perseverancia: saber custodiar el óleo de la sabiduría cristiana con sumo cuidado y amor. Esta atención no puede ser delegada a otro, pero sí es una realidad que concierne a toda la comunidad creyente, pues la conversión es personal pero también comunitaria. Ser sabios, a la luz de Cristo, no significa ser “calculadores”, esto es, personas que cuando están en un cierto problema acuden a Dios, al contrario, conlleva saber administrar el don del tiempo, con acciones que provienen de un corazón arrepentido, deseoso de ir revelando con cada gesto y palabra, el rostro misericordioso de Dios.

 

¿Qué me hace decir el texto?

Señor tú conoces lo más profundo de mi interior, y sabes lo ambivalente entre mis propósitos y su cumplimiento: cuántas veces no, he jurado que voy a cambiar; cuántas veces no, te he hecho promesas que son como un simple rocío matinal. Ayúdame a perseverar cada día con la sabiduría de tu Espíritu, para que deje de ser un cristiano de buenos propósitos, y sea un cristiano perseverante en su fe con acciones que expresen tu amor y tu misericordia. Amén.