Lectio Divina: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón”
Lectura del Santo Evangelio En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a Él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”. Jesús le respondió: “Amarás al Señor, […]
Lectura del Santo Evangelio
En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a Él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”. Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda y con tu mente. Éste es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda ley y los profetas”. Mateo 22,34-40
Mons. Florencio Armando Colín Cruz
Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México
¿Qué dice el texto?
Este texto es parte de la serie de narraciones que refiere los conflictos o encuentros de Jesús con las autoridades religiosas de su tiempo, narraciones que registra el evangelista Mateo en los capítulos 21 y 22, ocurridos en la semana previa a su Pasión y Muerte.
Este fragmento perteneciente al Evangelio de san Mateo, tiene como textos paralelos a: San Marcos 12,28-34 y San Lucas 10,25-28, aunque cada Sinóptico utiliza las citas del Antiguo Testamento casi de manera textual, sin embargo, cada uno de ellos lo adapta de acuerdo a su plan, por ejemplo, en San Lucas se dice que se levantó un experto de la ley y le preguntó para tenderle una trampa. En Marcos es un maestro de la Ley que había escuchado la discusión quien le preguntó.
Antecede nuestro texto el momento de la entrada de Jesús en Jerusalén donde el pueblo lo recibe con aclamaciones, pensando que es el Mesías esperado, más al entrar al Templo arroja a los mercaderes, con la intención de purificar la casa de Dios, lo cual acelera su condena, puesto que se enfrenta a las autoridades religiosas, interpelando su autoridad. En este contexto, cuando Jesús purificó el templo (21,12-17), los principales sacerdotes y ancianos respondieron preguntando “¿Con qué autoridad haces esto?” (21,23). Jesús no respondió a sus preguntas directamente, pero respondió con tres parábolas con las que expone el fracaso del liderazgo religioso de las autoridades.
Entonces, los fariseos trataron de hacer caer en una trampa a Jesús preguntándole si era lícito pagar tributo al emperador (22,15-22). Los saduceos también intentaron hacer caer a Jesús en contradicción, dirigiéndole una pregunta capciosa sobre la resurrección (22,23-33). Ahora los fariseos, oyendo que Jesús ha callado a los saduceos, deciden intentarlo una vez más pero no lo logran, entonces introduce el tema de la resurrección de los muertos explicándoles este hecho, para que ya al final del capítulo presente el mandamiento más importante en la tradición hebrea, basado en Dt 6,5 y Lev 19,18. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y a tu prójimo como a ti mismo”.
¿Qué me dice este texto?
Jesús resume toda la doctrina diciendo: En estos dos mandamientos se fundan toda ley y los profetas, pone en una frase todo el mensaje de Dios a lo largo de la historia… Esto es lo que Jesús quiere decirnos en este Evangelio. Pero no se trata de una fórmula mágica que resuelve todos los problemas; es, más bien, el doble horizonte que da sentido a la vida, el criterio para ir por la vía correcta.
Primero, Cristo nos habla de un horizonte hacia lo alto. “Amarás al Señor tu Dios…” Es verdad que hay muchas responsabilidades, necesidades y problemas en nuestra vida. A veces demasiados, y a veces como si nos proyectaran en todas las direcciones… Sin embargo, en medio de ese aparente desorden, existe un punto firme, central, que pone en proporción todo lo demás: «…con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.»
En segundo lugar, tenemos el horizonte alrededor de nosotros, con todos aquellos hombres y mujeres que encontramos a nuestro lado. Cristo nos invita a amarlo en nuestros hermanos y hermanas, buscando el bien de ellos como si fuera nuestro propio bien. ¿Amamos más nuestro interés, o la necesidad del otro? “Amarás a tu prójimo como a ti mismo…” El que ama de verdad siente la alegría del otro como propia, se entristece por la tristeza de su hermano. Al igual que Cristo, que edificó el Reino de los cielos amando a su Padre sobre todas las cosas y amándonos hasta el extremo, entregándose totalmente por nuestra salvación.
Estas palabras nos recuerdan ante todo que el amor por una persona, y también por el Señor, se demuestra no con las palabras, sino con los hechos; y también “cumplir los mandamientos” se debe entender en sentido existencial, de modo que toda la vida se vea implicada. En efecto, ser cristianos no significa principalmente pertenecer a una cierta cultura o adherirse a una cierta doctrina, sino más bien vincular la propia vida, en cada uno de sus aspectos, a la persona de Jesús y, a través de Él, al Padre.
¿Qué le digo yo al Señor, Palabra viva?
Señor, te damos gracias por tu grandeza y porque nos amas, por todos los regalos que nos haces para ser felices y estar en contacto con nuestros hermanos, y por tu amor tan grande porque nos regalas la vida, y por las veces que Tú nos regalas los momentos más hermosos de convivencia y amor. Por eso te damos gracias. Gracias Señor, gracias Señor.
Señor, quiero que seas Tú el fondo y el sentido de todo lo que hago. Que mi trabajo, mis amistades, mis pasatiempos sean para Ti y por Ti en primer lugar. Quiero amarte con todo mi corazón, con toda mi alma y con todo mi ser, y por eso te ofrezco todo lo que hay en él: mis intereses, mis deseos, también mi necesidad y mis errores…
Señor, ayúdame a amar como Tú amas, extendiendo mi corazón en los dos horizontes que me muestras. Enséñame a amar hoy un poco más, a darme un poco más, y así contribuir en la edificación de tu Reino en mi vida. Amén.
¿A qué me comprometo con la Palabra encarnada?
El amor a Dios y al prójimo ¿es para ti sólo un vago sentimiento, una emoción, un movimiento pasajero, o es una realidad que invade toda tu persona: corazón, voluntad, inteligencia y trato humano?
Tú has sido creado para amar. ¿Eres consciente de que tu realización consiste en amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente? Este amor ha de verificarse en la caridad hacia los hermanos y en sus situaciones existenciales. ¿Vives esto en la práctica diaria? Como compromiso personal realiza un obra concreta en favor de algún(os) hermano(s), quienes especialmente están viviendo las consecuencias directas de los sismos recientes, en ellos contemplamos el rostro de Jesús que sufre.