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Cultura Bíblica: Jesús curaba a los enfermos

Mons. Salvador Martínez Esta vez profundizaremos en el sentido de la acción de Jesús en la sinagoga de Cafarnaum, en el contexto de la predicación que realizaba el Señor y en el contexto de las curaciones físicas y espirituales que también se nos narran en esta sección del evangelio de San Marcos. Es un testimonio […]

Mons. Salvador Martínez

Esta vez profundizaremos en el sentido de la acción de Jesús en la sinagoga de Cafarnaum, en el contexto de la predicación que realizaba el Señor y en el contexto de las curaciones físicas y espirituales que también se nos narran en esta sección del evangelio de San Marcos.


Es un testimonio unánime de los evangelios que Jesús realizó sus primeras correrías evangelizadoras en la región de Galilea. San Mateo incluso llega a afirmar que Jesús hizo de Cafarnaum el lugar de su nueva residencia después de que fuera bautizado por Juan en el Jordán y regresara del desierto (cfr. Mt 4,13). Así pues, su participación en el culto sinagogal de Cafarnaum resulta de los más normal y lógico.

Como un comentario aparte, en la mentalidad judía, la participación en una sinagoga no es por criterio territorial como lo es en la Iglesia católica el participar en una u otra parroquia. En la mentalidad hebrea, la participación en la Asamblea está más relacionada con la vinculación del adulto con al menos otros diez adultos que se reúnen para la oración. No sabemos si era la primera ocasión que Jesús participaba en dicha comunidad, pero resulta lógico que sí, porque la naturaleza de su anuncio: “el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Por tanto, conviértanse y crean en el Evangelio” (cfr. Mc 1,15) supone no solamente palabras al aire, sino el advenimiento del poder de Dios por encima de todo otro poder, particularmente por encima de cualquier ser antagónico, como lo es el demonio. Por lo tanto, es completamente lógico que, llegando, Jesús hiciera efectivo el “evangelio de Dios” y expulsara de inmediato a aquella entidad que no debía estar allí.

Por otra parte es importante también considerar que san Marcos amplía estos signos con varios relatos de sanaciones: primero la suegra de Pedro sanada de la fiebre (Mc 1,29-30), muchos otros sanados al pasar el sábado (1,32-34) y el leproso en el camino (1,40-45). Pero me parece de particular relevancia lo que nos presenta al inicio del capítulo segundo de su Evangelio. En primer lugar, nos dice que “de vuelta en Cafarnaum” (v.1), le presentaron a un paralítico. Pero el Señor, en vez de sanarlo físicamente de inmediato, le dijo: “tus pecados te son perdonados”. Esto quiere decir que hay una unidad profunda entre la enfermedad física y la espiritual.

El Reino de Dios no es el espectáculo de las curaciones milagrosas, sino la más profunda irrupción de la salud en todos los aspectos, incluyendo la liberación de los oprimidos por el demonio. Es importante reconocer que ciertamente la misión de Jesús enviado a este mundo fue la salvación y los milagros, absoluciones y exorcismos forman parte de los signos que fueron abriendo el camino que culminó en la Cruz y la resurrección del Señor.