Cultura Bíblica
Mons. Salvador Martínez Comentaremos en este número algunos detalles del pasaje del sepulcro vacío, comparando las narraciones de san Juan y de san Marcos. Posteriormente comentaremos el proceso catequético seguido por Jesús para con sus discípulos de Emaús. Para la lectura del Evangelio de este domingo hay varias posibilidades. Por la mañana se pueden leer […]
Mons. Salvador Martínez
Comentaremos en este número algunos detalles del pasaje del sepulcro vacío, comparando las narraciones de san Juan y de san Marcos. Posteriormente comentaremos el proceso catequético seguido por Jesús para con sus discípulos de Emaús.
Para la lectura del Evangelio de este domingo hay varias posibilidades. Por la mañana se pueden leer dos pasajes del hallazgo del sepulcro vacío, y por la tarde se puede leer el pasaje del encuentro de Nuestro Señor resucitado con los discípulos de Emaús.
El relato del sepulcro vacío en san Marcos (16,1-8) nos dice que eran varias las mujeres que decidieron ir a embalsamar el cuerpo del Señor (vv. 1-2); continúa narrándonos que se preguntaban quién les movería la piedra ya que era grande (v. 3), pero se llevaron gran sorpresa al ver que la piedra ya estaba removida (v.4); el punto más importante del pasaje es el discurso que les dio un joven sentado dentro del sepulcro, el cual les avisó que Jesús había resucitado y precedería a los suyos en Galilea (vv. 5-7); el pasaje concluye diciendo que las mujeres, llenas de miedo, no le dijeron lo sucedido a nadie (v. 8).
El pasaje que nos ofrece san Juan (20,1-9) es un poco distinto, veamos: en primer lugar, al sepulcro se dirige solamente María Magdalena, y no nos aclara cuál era su propósito (v. 1); la parte fuerte del pasaje de san Juan está centrada en los dos discípulos, Pedro y el discípulo amado (vv. 2-9). En este relato juega un papel primordial la fe en lo que el Señor y las Escrituras habían anunciado, el único testimonio mudo de la Resurrección es el sepulcro vacío conteniendo la sábana santa y el sudario en sitio aparte; el pasaje concluye con el regreso de los discípulos a la casa (v.10).
Mirando de conjunto podemos obtener estas dos constantes: quien vio en primer lugar el sepulcro vacío no fue uno de los doce, sino una mujer; la interpretación del sepulcro vacío siempre fue que Jesús ya no estaba muerto, sino vivo; no había por qué buscarlo más entre los muertos. Por la tarde de este mismo domingo se puede leer el pasaje del encuentro de Jesús con los dos discípulos rumbo a Emaús (Lc 24,13-35). Como podemos ver, desde el número de versículos es más largo que los relatos del sepulcro vacío.
Para el análisis de este pasaje tomaré como clave la estrategia del Señor: en primer lugar se acerca como un extraño que no sabía la razón por la que ellos estaban tristes (v.17); Entonces el Señor escucha el relato y la interpretación que Cleofás y su amigo dan de los hechos (vv. 18-24), como podemos observar casi la mitad del pasaje está dedicado a la queja; acto seguido el Señor da una respuesta muy amplia tomando todos los pasajes que en la Ley de Moisés y en los profetas se referían a que el mesías debía padecer para entrar así en la gloria. Curiosamente el autor sagrado dedica menos tinta a la respuesta del Señor (vv.25-27) solamente tres versículos, que a la exposición de las quejas, ocho versículos. La explicación del Señor surtió su efecto, logró generar confianza en los discípulos y están dispuestos de nuevo a la comunión, el signo de esto es la invitación a quedarse con ellos en Emaús (v. 29); al reconocer al Señor los discípulos recuperan plenamente el sentido del valor de la comunión, pues en ese mismo instante regresaron a Jerusalén (v. 33-35).