Cine: Un camino a casa
“Tengo que encontrar mi hogar” Antonio Rodríguez “Yo también quiero ir”, dice un pequeño de no más de cinco años de edad, a su hermano que ha de rondar los 11. “Eres muy pequeño para cargar”, le responde éste mientras se pone una camisa y se calza. “Puedo cargar cualquier cosa”, insiste el chiquitín. El […]
“Tengo que encontrar mi hogar”
Antonio Rodríguez
“Yo también quiero ir”, dice un pequeño de no más de cinco años de edad, a su hermano que ha de rondar los 11. “Eres muy pequeño para cargar”, le responde éste mientras se pone una camisa y se calza. “Puedo cargar cualquier cosa”, insiste el chiquitín.
El trabajo de cargador nocturno en la estación de trenes es muy pesado, pero el hermano mayor, ante la insistencia del pequeño, no tiene más remedio que llevarlo. Ambos hermanos buscan ganarse unas monedas para ofrecerle a su madre y a su hermana un plato de comida.
“Saroo” no aguanta la jornada, está rendido, pero antes de caer dormido, el hermano decide dejarlo recostado en un banca de la estación de trenes mientras trabaja. Le promete que, si no se mueve de allí, al regresar le comprará dulces. Al despertarse, “Saroo” comienza a sentirse nervioso por no ver a su hermano, a quien llama a gritos por su nombre: “Guddu”, “Guddu”. La ansiedad se apodera del niño y decide subir a un tren vacío donde de nueva cuenta se queda dormido con la esperanza de encontrar a su hermano al despertar. Al abrir los ojos se da cuenta que el día ha llegado y el tren se ha movido de la estación.
“Saroo” llega a Calcutasin sin saber dónde se encuentra, y mucho menos el idioma que hablan en esa región; tampoco sabe de dónde viene. “Ganeshtali”, dice a todo aquel que le pregunta; nadie conoce alguna región con ese nombre. El pequeño tampoco sabe el nombre de su madre, a quien sólo llama “mamá”. El niño mendiga comida en las calles y teme por su vida debido a la delincuencia; finalmente, termina siendo adoptado en un orfanato por una familia australiana.
Tendrán que pasar 25 años para que “Saroo” evoque todo aquello que vivió cuando era niño, y los recuerdos de su antigua familia comiencen a hacer mella en su salud mental. Día tras día los recuerdos van llegando, los sueños, los sonidos y las sensaciones, pero también la culpa. Saroo tiene una gran vida –una que jamás llegó a imaginar–, pero el recuerdo borroso de su madre y de su hermano no le permiten tener un noche tranquila. Es así como, después de tanto tiempo, decide buscar su antiguo hogar con ayuda de internet.
Un camino a casa es la verdadera y extraordinaria historia de Saroo Brierley.
Dirigida por Garth Davis –quien de forma efectiva retrata la pena y desesperación que siente un niño al alejarse de su madre– la cinta nos envuelve en esa desesperación que como familia llegamos a sentir al no tener noticias de un ser querido extraviado.
Saroo Bradley relata que siempre tuvo esa sensación de estar incompleto, pero debido a su corta edad era lógico que muchas cosas fueran enterrándose en su subconsciente; sea como sea, es uno de esos relatos que nos recuerdan que la sangre siempre llama a pesar de los años y de las distancia.