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Ángelus Dominical

P. Eduardo Lozano

QUE SI EL TERREMOTO, que si el huracán, que si las inundaciones, que si las próximas campañas electorales en que se gastarán miles de millones de pesos, que si las políticas gringas contra estudiantes que –además- son jóvenes, que –además- son indocumentados, que –además- no quieren (ni es su sueño) ser delincuentes, ilegales, terroristas, xenófobos, drogadictos, etc., -¡uf!-; una sola de aquellas calamidades ya es mucho, y las que tienen causa humana parece que son peores… PARA SUAVIZAR EL PANORAMA relato una historia que tal vez nunca fue, pero la sospecho e imagino sencillamente porque el corazón humano no puede quedarse en el odio y el rencor, porque el corazón humano necesita comunicar calor, sentido, perdón, amistad, encuentro, reconciliación, paz; así pues, venga la historia que sin dudarlo sucedió en Guanajuato, en 1810, el 28 de septiembre… AMANECÍA COMO SIEMPRE, pero ni el sol intuyó que sería testigo de una masacre atroz por demás; la turba (ni siquiera soldadesca) se volcó a la Alhóndiga de Granaditas ávida de sentir el poder sin medida ni razón, no le importó saber que el sabor del tal poder le duraría sólo unos instantes, ni de casualidad les pasó por las mentes que por más falsa justificación que se pudiera argüir no pasaría de ser pretexto para esconder el crimen: todos los ocupantes de aquel recinto –granero de la ciudad convertido en refugio emergente- fueron pasados por la espada: si no hubo regla mínima de ataque, menos hubo compasión… APENAS DOCE DÍAS antes el líder de aquella improvisada y sobrecrecida runfla de campesinos y ex-esclavos –el cura Miguel Hidalgo- había proclamado la libertad y un orden nuevo, pero el control se le escapó de las manos; a punto estuvieron de mancillar el cadáver de quien había sido su amigo y colaborador en la promoción de oficios y artes, en el gobierno ejemplar y en la impartición de justicia; en efecto, el Intendente Juan Antonio Riaño y Bárcena, muy lejos estaba de parecerse a políticos y gobernantes actuales, pues procuró la educación y la ciencia, el cultivo de viñedos y olivares, con él se introdujo a los colegios la enseñanza de dibujo, matemáticas, física y química, fue él quien fomentó el teatro, la cantería, la minería y la agricultura, en fin… YO NO DUDO QUE el corazón de aquel cura comenzó a llenarse de remordimientos, pues aunque parecía una guerra contra la opresión, aquel movimiento todavía no pasaba de ser un caos emocionado que iba construyendo victorias cimentadas en el terror y la barbarie; que me perdonen y/o me critiquen todos los historiadores oficiales al estar escribiendo lo que ahora lees por tres motivos: yo no soy historiador, yo no soy oficial y no me cuadra endulzar los hechos que por más que me esfuerzo no me resultan tan loables… QUIENES ASALTARON la Alhóndiga de Granaditas ni eran militares –comenzando por el cura- y los que estaban refugiados más bien eran civiles, o sea: ¿no estamos hablando más que de un acto noble y encomiable, de un abuso que raya en lo criminal y absurdo?; por ir muy directo al corazón de esta historia yo opinaría que los actuales ciudadanos de tan bella ciudad de Guanajuato, sencillamente deberían dejar de celebrar ese acontecimiento y convertirse en promotores de la paz y la justicia que tanta falta hacen… PERO NO CREO que ciudadanos guanajuatenses del siglo XXI me estén leyendo y menos creo que tengan la misma perspectiva que ahora comparto; así que vuelvo con mis argumentos a la siguiente parte de mi inverosímil relato… PASARON LOS DÍAS y ahora el cura Hidalgo llega a la antesala de la capital de la Nueva España: envía a sus embajadores para que negocien la capitulación y se den por vencidos antes de cualquier batalla; ¡qué cosas tiene la historia real que el resultado fue que Don Miguel dio media vuelta hacia el Bajío y no entró para cumplir sus amenazas!… ¿QUÉ PASÓ?, ¿QUÉ SUCEDIÓ?; tal vez será un secreto que nunca salió de su clerical pecho, pero siguiendo con mi historia yo les cuento que le llegó nuevamente el olor de la sangre de inocentes e indefensos, y sencillamente vio que no era ese el camino y que no era eso lo que realmente quería… PONGO LA MANO en el fuego para decir que su corazón se llenó de calor, de sentido, de perdón, de arrepentimiento, de duda -¡y muy legítima!- y evitó una segunda masacre… TERMINO RÁPIDO mi invención histórica para valorar el atrevimiento del Cura Hidalgo al encabezar un movimiento armado que finalmente concluyó con la Independencia, pero también para subrayar la calidad de la obra que encabezaron los peninsulares cuando estuvieron al frente de esto que hoy tenemos por Patria y que nombramos México: somos herederos de muchas manos, somos estirpe de numerosas raíces… BUENO, MI INTENCIÓN era suavizar el devastado panorama actual, y me parece constatar que me sobrepasé en mis consideraciones; suplico al lector que también se sobrepase en su indulgencia conmigo y que vuelva a investigar y estudiar en serio nuestra historia, pues solo así lograremos mejorar el futuro… (Y AQUÍ ENTRE NOS: el primer sábado de octubre es la siguiente Noche Santa, así que pregunta más detalles al 5702 2402)…







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