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Ángelus Dominical

P. Eduardo Lozano LAS NOTICIAS QUE LLEGAN del otro lado del mundo son para preocuparse al extremo y vivir en la angustia más atroz, y ni caso tiene que yo las repita porque las puedes conocer en cualquier medio informativo radiofónico, o televisivo, o en internet; eso sí –te lo advierto– si tomas tales noticias […]

P. Eduardo Lozano

LAS NOTICIAS QUE LLEGAN del otro lado del mundo son para preocuparse al extremo y vivir en la angustia más atroz, y ni caso tiene que yo las repita porque las puedes conocer en cualquier medio informativo radiofónico, o televisivo, o en internet; eso sí –te lo advierto– si tomas tales noticias a la ligera no tiene sentido que te enteres, y si te las tomas muuuyyy en serio, yo creo que sería mejor que ni las veas… MIRA LAS NOTICIAS QUE AQUÍ TENEMOS y tampoco son tan alentadoras: hasta podría afirmar que son peores, pues son cercanas, están al alcance de la mano y con toda probabilidad nos afectarán a unos y otros, ya sea antes o después; ni para qué enunciarlas pues sospecho que ya las sabes y acaso ya estás harto de más de lo mismo, de lo de siempre, de las triquiñuelas y argucias, de los embrollos y chismarajos, de estafas y ladrones perpetuos, de lo que ya no queremos más… TE SUPLICO QUE SUBAS un escaloncito (¡acaso dos!) e intentes ver en la perspectiva, sobre la apariencia de las cosas, sobre los prejuicios y los intereses personales y pasajeros; te suplico que no te quedes en el plano horizontal y pongas tu esfuerzo en ver más allá, a la distancia y hacia el futuro: ¡y ojalá te encuentres con la esperanza!… YA RECUERDO HABER comentado algo sobre la segunda virtud teologal, la que nos permite ver y abordar la realidad desde la mirada y la acción providente de Dios, la que nos dicta que todo el vasto mundo tiene un origen y un sentido previsto por el proyecto divino, la que nos empuja y orienta al bien, a la belleza, a la perfección de Dios, a la salvación que Él nos da totalmente gratis… ES TRADICIÓN QUE LA ESPERANZA sea representada con un ancla, como si todos anduviéramos cruzando el mar de la vida y sabiendo que antes o después nos acogerá un puerto seguro, la tierra firme, el hogar anhelado; la virtud de la esperanza nos lleva a la convicción de que no somos parte de una evolución mecánica, ciega, inexorable; gracias a ella estamos insertos en un proyecto divino, en un plan de salvación, en un camino cierto hacia una meta segura… ADEMÁS DE UN ANCLA, a la virtud de la esperanza yo la representaría con una clara y sincera sonrisa, con la mirada del marino que ya otea y atisba su destino, que tal vez lleva las manos cansadas pero sus pies están anhelando el puerto… ESTOY RECORDANDO UNA NOVELA que se llama “El Viejo y el Mar”, escrita por Ernest Hemingway a mediados del siglo pasado, y cuya trama nos puede ubicar bien en este tema de la esperanza, pues las contrariedades de la vida (o del mar) podrían abreviar la llegada de la derrota, pero la tenacidad del pescador (o del hombre en general) nos llevan a buscar el triunfo a pesar de todo… TAMBIÉN LLEGA A MI RECUERDO una película de hechura reciente (2013) y que ya he visto dos veces con buen provecho, y se llama “Gravedad”; es la historia-ficción de unos astronautas metidos en lo hondo y complicado de la emergencia espacial: todo apuntaba hacia la derrota y la muerte, pero al término (como en casi toda película) llega la conclusión alentadora, el final feliz, el respiro lleno de satisfacción y el cumplimiento de la esperanza… EN LA CUARESMA TENEMOS las varias prácticas y devociones que deberían ayudarnos a un acercamiento más profundo del misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo; lamentablemente sólo sobresalen la abstinencia de carnes (ocasión para unos buenos mariscos) y el Viacrucis de Iztapalapa –o de la propia parroquia– con cámaras y micrófonos incluidos; permite proponerte un camino penitencial con la lectura y la pantalla de cine llenos de argumentos como los mencionados, en donde volvamos a enfrentarnos a lo duro de la vida cotidiana, pero sabiendo que nuestro destino es cierto y seguro, pues está en las manos de Dios… Y ME VIENE UNA PREGUNTA a la cabeza que rápido me atrevo a responder: ¿cómo distinguir entre la esperanza y un mero anhelo de bienestar?, ¿cómo no confundir la esperanza con la ilusión de un optimismo barato?; me parece que teniendo a Dios como interlocutor y volviendo la mirada a nuestro propio ser, ya estaríamos desenmascarando fantasías y fantasmas… ME QUEDAN POCOS renglones para darme a entender con claridad y lo planteo así: pregúntale a Dios (tu interlocutor): ¿qué quieres Tú que yo haga?, y pregúntate a ti mismo: ¿qué puedo aportar para que se cumpla la voluntad de Dios?; entonces te darás cuenta que las noticias que vienen de lejos no nos estorban, y que las noticias cercanas no nos amilanan ni nos achicopalan… LA VIRTUD DE LA ESPERANZA será auténtica –y no tendrá sombra de ficción o de optimismo iluso– si es que nos pone a trabajar con alegría, si nos activa con disponibilidad, si nos pone delante de los retos con una sonrisa en el rostro como la del marino que ya vislumbra el puerto, si nos renueva las ganas de anclar la barca de la vida en el firme puerto de la presencia y la voluntad de Dios… Y MÁS ALLÁ DE NOVELAS Y PELÍCULAS también tienes en tu Biblia el relato de la pasión, muerte y resurrección de Cristo: si lo abordas impulsado con la virtud de la esperanza, te darás cuenta del valor inmenso e infinito de las palabras de Jesús a punto de morir: “¡Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu!”; el paso final –la resurrección de Jesús– ya vendrá a coronar toda la esperanza y a superar toda noticia y realidad por tremenda y fatal que sea…