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Ángelus Dominical

P. Eduardo Lozano

HOY ME PONDRÉ UN POCO complicado en mi aportación a este rotativo, pues abordaré cuatro posibles situaciones o actitudes ante el pasado y el futuro; sé que tales realidades no se pueden encuadrar sin más en un esquema tan simple, pero de algo servirá si es que alguien no tiene –por ahora- otro asunto más urgente qué atender, como escuchar o ver promocionales de precampañas políticas… POR CIERTO, A LOS QUE se están postulando a un cargo público en el sistema político que tenemos, creo que no les caería nada mal considerar lo que presentaré, por aquello de que siempre se puede aprender algo nuevo, por aquello de que luego no se les puede decir nada de nada… ABIERTOS AL FUTURO Y CERRADOS AL PASADO: en esta primera situación estamos los ilusos y malagradecidos, los nuevos para nada, los que decimos que todo lo anterior ha estado mal y que ahora si viene lo bueno, los desmemoriados y al mismo tiempo temerarios, los que calificamos que lo viejo ya está viejo y ya no sirve por estar viejo, los que nos dejamos seducir por novedades sin sentido, los que nos apantallamos con el grito de la moda, los que nos lanzamos al vacío sin paracaídas… SI NOS ABRIMOS AL FUTURO seguramente es porque hay intención de generar algo nuevo, pero si nos cerramos al pasado estamos renunciando a la historia, a la experiencia de otros; que no se nos olvide que nuestros abuelos y bisabuelos nos han dejado una herencia inmaterial, un conocimiento y sabiduría de la vida; cerrarse al pasado es como ignorar las raíces, como darse un balazo en el pie aunque estemos mirando las estrellas… ABIERTOS AL PASADO Y CERRADOS AL FUTURO: en esta segunda posición nos ubicamos los que somos tradicionalistas, los que lloramos diciendo que todo pasado fue mejor, los que evitamos invertir en actualizarnos; en tal sitio nos colocamos los que hemos partido la Biblia a la mitad y sólo somos veterotestamentarios, los que añoramos las cebollas de Egipto, los “sobapolillas”, anticuarios trasnochados, “arqueologistas”, anquilosados y escleróticos, llorando por lo que no fue… SI NOS ABRIMOS AL PASADO entonces conoceremos nuestras raíces, aprenderemos de la historia, evitaremos errores de novatos; abiertos al pasado nos hace agradecidos con lo que hemos recibido, procuraremos nuestra identidad como pueblo, como nación, como familia; pero si nos cerramos al futuro entonces nos quedamos estacionados, repetiremos el mismo calendario de siempre, y eso de hacerse viejito sin remedio como que no va… CERRADOS AL PASADO Y CERRADOS AL FUTURO: ¡uy!, creo que ésta es la peor situación que nos puede tocar (y ya es la tercera de la lista)  y la ocupamos los necios, los genéticamente renegados, sufridos hasta por la propia sombra, amargados de oficio, ahí los que criticamos al que se fue y ya juzgamos –sin conocer- al que llegó; ahí los que tenemos dos preguntas fundamentales: ¿qué de bueno nos dejó el que ya no está si hasta se fue?, y ¿a qué viene el que llega si así ya estábamos bien? (aquí, entre paréntesis, estar cerrados al pasado y cerrados al futuro es como estar en una tumba)… LAS BONDADES DE LA VIDA y de las personas las podemos encontrar por doquier, en todo tiempo y situación: de ahí que quien se cierra por cerrarse -sin más- de plano comete algo que sea peor que pecado mortal, ¡exacto!, si los teólogos me lo permiten diré que por ahí puede estar lo que decía Jesús: Todo pecado será perdonado, menos el que peque contra el Espíritu Santo (Mt 12, 31); hemos de abrir un poco –al menos- los ojos, para ver que la mano de Dios recoge nuestro pasado con misericordia y orienta nuestro futuro con su providencia… ABIERTOS AL PASADO Y ABIERTOS AL FUTURO: he aquí la situación que a todos conviene, empezando por uno mismo (y esta ya es la cuarta de la lista); ahí están ubicados todos los emprendedores, los que tienen ánimo generoso, los que siguen sembrando con esperanza, los que son felices con todo lo bueno que les rodea, y si les rodea algo malo pues buscan el modo de transformarlo; en esta situación se colocan los de espíritu noble y mano trabajadora, los que quieren descubrir nuevos mundos, los que ponen cimiento a su fantasía y sueñan con destino en la realidad, los que están aprendiendo siempre algo… MANTENER UNA APERTURA tanto al pasado como al futuro provoca sabiduría y arrojo; y para decirlo de otro modo, sería como aquel que subiendo una montaña y llega a la cima, ha disfrutado lo que encontró en el camino, tal vez retos y hasta caídas, pero para llegar al punto más alto debió tener los pies bien puestos en la tierra; y la tierra que hace posible que el hombre llegue a la cima es el pasado, y el futuro la cima… ESTAMOS EN EL PRESENTE y somos nosotros, hombres y mujeres que hemos de unir pasado y futuro; es de sabios reconocer el pasado y aprovecharlo para impulsarse a vivir el futuro con esperanza y alegría; ¡ah!, que sabroso siento cuanto leo la historia y ella misma me propone un futuro, es ahí cuando asumo mi papel en el presente, y así soy también constructor de la historia… Y QUE NOS QUEDE MUY CLARO: somos hombres de fe (tú, yo, el nuevo Arzobispo y el anterior también, e incluso los que no comparten nuestro mismo credo también tienen su propia fe) y todos hemos de escuchar un llamado que proviene de un punto muy distinto al tiempo, y eso se llama “Eternidad”, desde ahí nos llama Dios mismo y nos ha dado en Jesús el Camino, la Verdad y la Vida que no se acaba; y desde ahí, desde la Eternidad, es que podemos estar abiertos al pasado, abiertos al futuro y ¡abiertos al presente!…







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