Lecciones de fe que aprendí en mi viaje a Medjugorje (Parte II)
En Medjugorje aprendí importantes lecciones de fe. Encontré paz y aprendí a responder de mejor forma a la llamada de Dios.
Este verano Dios me dio la oportunidad de conocer una pequeña ciudad llamada Medjugorje, municipio de Bosnia y Herzegovina, que significa “entre montañas”. Si bien la Iglesia católica no se ha pronunciado oficialmente sobre las apariciones de la Virgen María en ese lugar, se puede visitar para peregrinar, realizar retiros espirituales y mejorar la relación con Dios.
En Medjugorje me alimenté de la Palabra de Dios, pude crecer en mi fe, encontré paz y aprendí a responder de mejor forma a la llamada personal que Dios me hace en la vida. Pero también, este lugar fue para mí una escuela de amor, donde pude convivir con muchas personas y familias que tocaron mi corazón con sus palabras, consejos y testimonios. En síntesis, esta experiencia me motivó a seguir haciendo el bien.
El pasado domingo compartí cuatro lecciones que aprendí. En esta ocasión escribo cuatro más que puedes aplicar en tu familia para crecer en la fe, la esperanza y el amor.
Cuida la relación con tu pareja. Cuando Dios une a un hombre y una mujer, ellos se atraen mutuamente y es así como surge el enamoramiento. En la vida diaria esto es fácil de olvidar. Como matrimonio pueden pedirle a Dios la gracia de amar al otro en su totalidad; es decir, no sólo ver el cuerpo sino ver más allá. Es decir, aprender sobre su interior; ¿Qué es lo que guarda su corazón? Y recuerden que un amor auténtico es cuando se vive para la otra persona y no para sí mismo. Además, podemos medir la calidad de un amor por la fidelidad. Con esto en mente, cuida la empresa más importante de tu vida: tu matrimonio.
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Aprende a decir ¡te amamos! Cada vez que una familia visitaba la casa donde vivía, en el momento de despedirnos, con un grito alegre les decíamos: ¡Te amamos! Era muy bonito ver la reacción de sorpresa y alegría en las personas. Te animo a que todos los días le recuerdes a tu pareja y a tus hijos cuánto los quieres. No se trata de decir “te amo” o “te quiero” nada más por decirlo. Se trata de decirlo y sentirlo o también de expresarlo por medio de detalles o atenciones a ellos. Por ejemplo, una pequeña nota en la cartera de tu esposo o esposa que diga un mensaje positivo le puede alegrar mucho el día.
Siembra valores en tus hijos. Un día, una gran mujer me enseñó que en la vida debía estar dispuesta a ser como una nuez de macadamia. Me explicó que este tipo de nueces tienen una cáscara tan dura por fuera que necesitan de unas pinzas para romperse. Es decir, que tenía que abrir mi corazón a Dios y dejar que Él transformará mi corazón. ¿Qué tan dura es la cáscara de tu nuez? ¿Qué es aquello que te impide estar cerca de Dios y encontrar la verdadera felicidad y plenitud con tu familia?
No podemos crecer, madurar y dar fruto si no nos dejamos moldear por el mejor artista del universo: Dios. Él nos ve con amor y misericordia, a pesar de nuestras caídas e imperfecciones y quiere que demos fruto en abundancia. Ustedes como padres pueden buscar sembrar semillas de fe, de valores, de amor en sus hijos para cosechar buenos frutos. Por ejemplo: ¿Puedo ayudarte? ¿Qué necesitas? Gracias. Por favor. Discúlpame. Son palabras sencillas que mejoran mucho la convivencia familiar.
Acepta la voluntad de Dios. Una de las enseñanzas más bellas fue sobre el sí de María en la Anunciación. Cuando aceptamos la voluntad de Dios podemos experimentar paz ya que sabemos que Dios cuidará de nosotros y todo estará bien. Como dice el salmo 131: Como un niño tranquilo en brazos de su madre, así está mi alma dentro de mí. Espere Israel en el Señor, desde ahora y para siempre. Precisamente, la misión de María es educarnos en esta escuela de amor en la que todos aprendemos cada día con nuestra familia. María te quiere ayudar e intercede por Ti y tu familia para que recibas la bendición y la gracia de Dios y que puedan crecer en el amor.