Prevenir la violencia juvenil empieza en casa: límites claros, presencia afectiva y educación digital. Foto: Especial
La violencia juvenil se vincula estrechamente con el aislamiento social, la sobreexposición digital, la falta de límites en casa y una conciencia mal formada, factores que afectan gravemente a los jóvenes hoy en día.
Lo anterior, de acuerdo con la ponencia “Educar para la vida, la conciencia y las emociones: una mirada neuropsicoteológica y moral para la prevención de la violencia juvenil” impartida por el padre Samuel Velázquez Serrano, sacerdote de la Arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico, en el marco de la Semana del Buen Trato de la Arquidiócesis Primada de México.
El padre Velázquez, quien tiene conocimientos doctorales en Teología Moral, así como formación en Bioética, abordó el tema a partir de la serie televisiva “Adolescencia”, donde se ilustraron situaciones reales que afectan a miles de jóvenes: el uso excesivo de redes sociales, el envío de imágenes íntimas, la manipulación por parte de adultos y el consumo constante de contenido violento. Todo esto, explicó, impacta directamente en el desarrollo del cerebro adolescente, reforzando comportamientos agresivos y desactivando la empatía, y aseguró que “la realidad supera la ficción”.
Desde la neurociencia, el aislamiento de los jóvenes en sus habitaciones representa un entorno que refuerza circuitos negativos en el cerebro. Desde la teología moral, este aislamiento simboliza una desconexión de la comunidad, del otro, de la experiencia compartida del bien. “La conciencia se forma en comunidad, porque es en el encuentro con el otro donde se reconoce su dignidad”, afirmó el padre Samuel.
Asimismo, subrayó que los límites no son restricciones arbitrarias, sino herramientas necesarias para el desarrollo sano de la personalidad. Su ausencia puede generar adolescentes con poca tolerancia a la frustración y con una percepción distorsionada de sus derechos.
También destacó que la adolescencia es una etapa clave en la formación moral y psicológica. Las redes sociales, al reforzar estereotipos, presiones y validaciones instantáneas, dificultan el proceso de autoconocimiento y desarrollo de una identidad sólida. En este contexto, el papel de la familia, la escuela y la parroquia es esencial.
El padre Samuel insistió en que no basta con prohibir: es necesario formar. La conciencia moral no se impone; se construye con diálogo, ejemplo y amor. “Nuestros hijos no necesitan solo redes sociales, necesitan redes humanas: vínculos reales, cercanos y afectivos”, concluyó.
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