La disciplina en la infancia
Debemos entender que a las niñas y a los niños no se les disciplina con gritos, amenazas ni con castigos, sino disciplinarlos es para ayudarles a tener una educación adecuada
Generalmente, pensamos en la disciplina como un elemento de educación que ayuda a tener orden. En ocasiones pensamos que se trata de corregir un mal comportamiento y educar buenos comportamientos; además, llegamos a pensar que la disciplina es castigar a un niño o niña, cuando lo que estamos cometiendo, verdaderamente es un error.
Pensemos en nosotros siendo adultos, teniendo un trabajo, una casa propia; imaginemos qué pasaría si, cada vez que nos equivocamos, viene alguien y busca corregirnos con un látigo. Seguramente no nos gustaría que nos pegaran o nos maltrataran.
La palabra disciplina viene de la misma raíz que la palabra discípulo, que hace referencia a enseñar, aprender, hablar, dar instrucciones. Debemos enseñar desde la raíz de esta palabra; es decir, hacer discípulos, alumnos o pupilos. Un discípulo es aquel que recibe disciplina; no es un prisionero ni un destinatario de castigos, sino alguien que aprende de la instrucción.
Debemos entender que a las niñas y a los niños no se les disciplina con gritos, amenazas ni con castigos, sino disciplinarlos es para ayudarles a tener una educación adecuada, para sacar lo mejor de cada uno.
La disciplina efectiva tiene dos objetivos importantes: el primero, lograr que nuestras niñas y niños interrumpan o dejen de llevar a cabo una mala conducta para que hagan lo correcto; el segundo, enseñar habilidades para que el cerebro cree conexiones que les ayuden a tomar mejores decisiones, y aprendan a desenvolverse mejor.
Con estas herramientas, procuraremos que el cerebro de nuestras hijas e hijos crezca sano, para que éste le ayude a tomar mejores decisiones, a tener un cerebro colaborativo, creativo, resiliente, empático, entre otras habilidades necesarias para el día a día.
La Mtra. María Rosario Alfaro Martínez, es Directora Ejecutiva de Guardianes.
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