Un acontecimiento imperdible
La estructura conventual de los Franciscanos fue clave para el régimen político, social y religioso que hoy da identidad cultural a México.
La Iglesia Católica ha comenzado la conmemoración por los 500 años de la llegada y presencia de los Franciscanos en México, con una serie de iniciativas que van desde conferencias, talleres y conciertos, hasta exposiciones, homenajes a personajes como Fray Pedro de Gante -quien abrió la primera escuela para indios de América-, e indulgencias plenarias en algunos templos del Centro Histórico de la Ciudad de México.
En este aniversario se enmarca también la bendición e inauguración del Museo de la Parroquia de San Sebastián Atzacoalco, uno de los cuatro barrios en los que se dividió la Ciudad de México, y que tiene el nombre del museo de sitio: San Sebastián Atzacoalco, ubicado cerca del primer cuadro de la ciudad capital.
Fue el 13 de agosto de 1523 cuando llegaron a estas tierras tres frailes Franciscanos: Pedro de Gante, Juan de Tecto y Juan de Aora, quienes marcaron la pauta para que en 1524 se organizara la primera configuración eclesiástica de los territorios de la Nueva España, y sentaron las bases para la llegada de los 12 primeros misioneros, también Franciscanos, quienes hicieron la primera división territorial en el país.
La estructura conventual de los Franciscanos fue clave en el nuevo régimen político, social y religioso que hoy da identidad cultural y nacional a estas tierras, basada en los valores, en la moral y en los usos, costumbres y tradiciones. Y es que, si bien, la bula con la que los frailes llegaron a México tenía un mandato evangelizador, esta orden siempre ha contribuido al bien común de la sociedad, mediante su espíritu de fraternidad y misericordia, algo que no siempre se les ha reconocido.
No hay que olvidar que una de las grandes obras de los misioneros franciscanos fue la Universidad de Tlatelolco, una de las primeras de toda América Latina, que dio los primeros cuatro licenciados, pero también los primeros pasos para poder albergar una educación más propia y digna al pueblo mexicano, sin perder la importancia de salvaguardar la persona y la seguridad de todos los nativos.
Después llegarían los Dominicos, los Agustinos, los Mercedarios, los Carmelitas, los Jesuitas, etcétera, que se preocuparon también por la educación de los indígenas, por su alfabetización y la capacitación para los oficios. Cada orden, con sus propios carismas evangelizadores y sus proyectos, lucharon por dignificar la vida de los habitantes del México indígena, con sus diferentes culturas entretejidas.
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Sin duda se trata de un aniversario imperdible, que no solo es de gran interés para especialistas, investigadores y mexicanos en general, sino que también abre la puerta para una estrategia de rehabilitación de la vida pastoral y de comunidad en los antiguos barrios del Centro Histórico de la Ciudad de México, perdidos entre comercio, la delincuencia, la pobreza y la prostitución, lo cual es una gran noticia.
La celebración de estos 500 años es una iniciativa de la Arquidiócesis Primada de México, a través de la Dimensión de Bienes Culturales y la Coordinación de Estudios Patrimoniales de la Cuenca de México, así como de varias parroquias del Centro Histórico, quienes han hecho un gran esfuerzo por ofrecer una serie de experiencias culturales de la más alta calidad, a fin de estimular el diálogo y la convivencia, así como promover y revalorizar los recintos y espacios religiosos y culturales, pues son estos los que le otorgan un valor especial a este primer cuadro de la metrópoli.
Sea este aniversario también una oportunidad para reconocer y revalorar el espíritu de evangelización y servicio con el que los primeros misioneros llegaron a estas tierras, para trabajar ahora, como mexicanos, en la sinodalidad, en la confianza, en la mutua ayuda, y en los valores que nos hagan fortalecer los lazos como nación.
Definitivamente, México no se puede entender sin el espíritu de amor y fraternidad heredado de los primeros evangelizadores: paz y bien.