Regreso a clases: ¿y qué pasará con los que desertaron?
El debate en torno al regreso a clases no debe reducirse a un asunto político, la prioridad debe de ser el bienestar de la niñez.
Casi 18 meses después de iniciada la pandemia, el gobierno de México impulsa el regreso este lunes de millones de niños y adolescentes a las aulas de forma presencial.
Este año y medio ha tenido diversas afectaciones para los niños. De acuerdo con la UNICEF, al menos uno de cada tres niños en edad de ir a la escuela en América Latina no pudo acceder a la educación a distancia mientras las escuelas permanecieron cerradas. El mismo organismo estima que al menos uno de cada siete niños y jóvenes vivió confinado en su hogar durante gran parte de 2020 y, como consecuencia, sufrió ansiedad, depresión y aislamiento.
Sin embargo, no debemos dejar atrás el riesgo que representa la pandemia de Covid-19, que en este momento tiene su tercera ola en México, y que ha afectado seriamente a los menores de edad. De acuerdo con el Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes, hasta el 11 de agosto, en México se habían registrado 60,928 casos positivos de Covid-19, con un incremento mayor de junio a agosto.
Estos datos nos indican que el debate en torno al regreso a clases no debe reducirse a un asunto político, pues la prioridad de todos los sectores sociales debe de ser el bienestar de los niños a corto, mediano y largo plazo.
Por ende, hacemos un nuevo llamado a que este regreso a clases tenga una estrategia integral que disminuya al máximo los riesgos de contagios y que privilegie la salud de estudiantes, profesores, personal de trabajo y padres de familia.
Pero también queremos aprovechar este espacio para pensar en aquellos alumnos que no volverán en igualdad de condiciones, de hecho, muchos simplemente no volverán. En octubre del año pasado, el Papa Francisco se refirió a esto como una ‘catástofre educativa’, pues “muchos niños y adolescentes se han quedado atrás en el proceso natural de desarrollo pedagógico”.
La necesaria suspensión de clases presenciales en todas las escuelas del país evidenció las disparidades educativas preexistentes. Así pues, hubo quienes se vieron obligados a abandonar el ciclo escolar y perdieron el hilo del aprendizaje, especialmente importante en materias de enseñanza gradual.
El rezago educativo tiene efectos muy graves en nuestra sociedad. Diversos académicos mencionan a la educación como uno de los principales indicadores para la movilidad social; es decir, las personas con estudios tienen más probabilidades de acceder a una mejor calidad de vida. Despojar a los niños de esta posibilidad es condenar su futuro.
En su más reciente mensaje a la comunidad educativa, los Obispos de México señalaron: “Ningún niño debe continuar aislado o descuidado en su educación. Debemos salir, todos, a buscar a aquellos que ya han desertado de sus estudios”.
En este momento, el llamado de la Iglesia a todos los sectores es a diseñar un pacto educativo nacional, “construido a través de obras y no de palabras o discursos”, como han dicho nuestros obispos.
“Es necesario un nuevo periodo de compromiso educativo, que involucre a todos los componentes de la sociedad. Escuchemos el grito de las nuevas generaciones, que manifiesta la necesidad y, al mismo tiempo, la oportunidad estimulante de un renovado camino educativo”, dijo el Papa Francisco en un mensaje en 2020. Hagamos presente este llamado de cara al regreso a clases.