No es tiempo de desanimarnos
No es tiempo pues para desánimos, sino para volver a nuestros fundamentos y, llenos del Espíritu del Señor, seguir construyendo sobre roca firme.
Pocos momentos en la historia nos han ofrecido esta sensación, que en el mejor de los casos podríamos denominar hoy como de incertidumbre, definida ésta como: falta de seguridad, de confianza o de certeza sobre algo. Aunado a la creciente inquietud que provoca el que no contemplamos un rumbo definido sobre el cual dirigir los pasos y continuar el camino.
El análisis en este caso no amerita mayor profundidad, porque son eventos que están ante nuestra vista y que han cimbrado los aspectos en los que creíamos, como humanidad, tener garantía y soporte.
Baste enumerar algunos de ellos para darnos cuenta cómo en un abrir y cerrar de ojos, la realidad ya es otra, y su impacto no termina todavía de serenar nuestros ánimos: la pandemia que en nuestro país ha cobrado ya más de 260 mil muertes; temporada de huracanes cuyo embate, acaecido con tanta fuerza y rapidez, que apenas si nos ha dejado tiempo para reaccionar y ver como el torrente de agua ha arrasado igual vidas e ilusiones; un sismo de 7.1 grados de magnitud, que nos hace evocar otras tragedias que han conmocionado nuestra nación justamente en este mes patrio; desgajamiento de cerros que han cobrado también vidas humanas y han dejado a cientos de familias sin hogar.
Y cuando de hogares y familias hablamos, la reciente ley aprobada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el artículo 10 bis, sobre el aborto, vuelve a ponernos en vilo, cuando inclusive la objeción de conciencia, está pensando ahora en catalogarse como discriminación.
Toda esta metralla de sinsabores nos deja esa sensación de desazón la que ya hablábamos. Sin embargo, cuando la realidad parece ensañarse con nosotros, es momento de volver a lo fundamental. Y lo fundamental radica en no perder de vista jamás que sí sabemos hacia dónde nos dirigimos, porque el proyecto del Reino de Dios, anunciado y vivido por Jesucristo, pervive a lo largo de la historia. Y es justamente ese proyecto el que da sentido y cohesión a toda nuestra existencia y nos hace leer cada acontecimiento en clave salvífica.
Quienes formamos parte de la Iglesia Católica, sabemos que es tiempo para escuchar la voz de Cristo Buen Pastor, remar mar adentro, y seguir construyendo la comunión, echando las redes de la unidad, del trabajo coordinado, de la fraternidad, de la solidaridad y como ha dicho el Papa Francisco en Fratelli Tutti, desbordando de amor hacia la gran familia humana.
No es tiempo pues para desánimos y debilidades, sino para volver a nuestros fundamentos y desde ahí, más fortalecidos y llenos del Espíritu del Señor, seguir construyendo sobre roca firme.