El desastre ambiental es también desastre humano
Detrás del desastre ambiental hay una crisis ética, cultural y espiritual que debemos corregir.
La emergencia por contaminación ambiental que acabamos de vivir en la CDMX y en la zona metropolitana ha sucedido ya en muchas ocasiones y seguramente tendremos que enfrentar situaciones semejantes más adelante. No basta que como ciudadanos nos dediquemos simplemente a criticar a las autoridades en turno, responsabilizándolas de todos los males, ni mucho menos que las mismas autoridades acusen a las anteriores administraciones de negligencia para evadir su propia responsabilidad. El desastre ambiental es mucho más complejo y no lo vamos a solucionar con declaraciones ni buenas intenciones. Se trata de una problemática que estamos causando todos y debemos solucionar entre todos.
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El Papa Benedicto XVI lo expresó de manera contundente diciendo que “la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana” (CV 51). Es la “cultura del descarte”, dice el Papa Francisco; es decir, esta creciente cultura del consumismo irracional, que nos lleva a ‘usar y tirar’, a producir desechos que se convierten en basura, en tóxicos, en contaminantes, que afectan el aire, el agua, la tierra, los glaciares, los mares y todo lo que hay en ellos.
“Hago una invitación urgente –ha expresado el Papa Francisco en su encíclica sobre el cuidado de la casa común- a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta”.
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No podemos dejar de señalar la miopía con que la actual administración federal está desarrollando su política ambiental, no sólo recortando presupuesto en las instituciones que deben cuidar el medio ambiente, sino también en la insistencia de llevar adelante algunos programas energéticos y de infraestructura que van contra el más elemental respeto al equilibrio ecológico.
Mientras la realidad obligue a corregir las inadecuadas políticas públicas, esperando que no sea demasiado tarde, la sociedad debe reaccionar en lo que nos corresponde a todos: No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. Debemos reconocer que detrás del desastre ambiental hay una crisis ética, cultural y espiritual que debemos corregir de fondo. No sólo pensemos qué mundo vamos a dejar a nuestros hijos en el futuro inmediato, sino, lo más importante, desde nuestras familias, desde la Iglesia y la sociedad, pensemos cómo estamos formando a nuestros hijos para que construyan en el futuro un mundo mejor.
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