Renovación sacerdotal desde la base
Es mejor contar con pocos seminaristas y sacerdotes santos, que muchos recibidos de manera irresponsable en los seminarios.
El Papa Francisco está convencido de que la clave para erradicar o reducir al mínimo posible los abusos sexuales cometidos por miembros del clero se encuentra en gran medida en la formación sacerdotal, por lo que ha pedido de manera insistente a los obispos poner especial atención en los seminarios, donde se gesta ese “vacío espiritual que en no pocos casos ha permitido debilidades escandalosas” y que ensombrecen el rostro de la Iglesia.
Es innegable que la renovación sacerdotal inicia en las casas de formación, por lo que más que nunca la Iglesia está llamada a actualizar sus procesos, tanto de selección como de acompañamiento y evaluación de los candidatos, a fin de responder a este desafío, pues es mejor contar con pocos seminaristas y sacerdotes santos, que muchos acogidos de manera abierta e irresponsable en los seminarios, como también ha dejando claro el Vicario de Cristo.
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Ante la magnitud de este flagelo, que ha lastimado profundamente a la Iglesia de Jesucristo, aquéllos que tienen en sus manos la responsabilidad de ofrecer a los seminaristas una formación integral, deben atender principalmente cualquier conducta negativa que pueda agravar aún más este problema tan doloroso para quienes hemos aceptado a Jesucristo como salvador.
Actualmente, la Arquidiócesis de México lleva a cabo una renovación de las estructuras y planes de estudio en el Seminario Conciliar, pues es indudable que una buena formación humano-pastoral y académico-espiritual previene conductas inapropiadas dentro de la Iglesia; sin embargo, ningún esfuerzo será suficiente si el objetivo no es compartido por todos y cada uno de los responsables de garantizar la madurez afectiva y sexual de los candidatos al Orden Sacerdotal, empezando por las propias familias.
La Iglesia se encuentra en un punto crucial en el que no debe dar marcha atrás. El dolor de las víctimas debe impulsar el trabajo comprometido, bajo el principio de “tolerancia cero”, hasta devolverle a la Iglesia el rostro santo de su Fundador.