El desafío de las consultas ciudadanas
Lo que está en juego la credibilidad del gobierno y la posibilidad de exorcizar la simulación política.
El cambio de timonel en el Poder Ejecutivo federal está cerca, y en México hay gran expectación sobre los cambios que implementará el nuevo gobierno y las formas en la que establecerá su ruta para el desarrollo del país. Estas nuevas formas, no obstante, deben responder a las cuestiones de fondo para no caer en la tentación de la añeja farsa política.
Una de las promesas del nuevo gobierno, que ha abonado de manera favorable a la esperanza de los mexicanos, es la disposición de escucha, ya sea través de foros, consultas o una mayor cercanía con los ciudadanos. Siempre será de aplaudirse la apertura para hacer política, pero esta apertura también conlleva un compromiso.
El gobierno electo ha querido conferir a sus gobernados una oportunidad real de opinar sobre lo que conviene a la nación. Una enorme responsabilidad que, si bien constituye un privilegio propio de una democracia en camino de madurez, también corre el riesgo de convertirse en un instrumento nocivo para el país si la sociedad participa sólo con ánimo de revancha, o si hace uso de esta prerrogativa sin conocer a profundidad las opciones que ofrece el ejercicio.
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Ser una “Iglesia en salida”, como la que nos invita a crear el Papa Francisco, significa no solamente ser cristianos desde el templo, sino estar presentes en la sociedad donde nos desenvolvemos. Esto implica también participar en las grandes decisiones de nuestro país, analizar el proyecto de nación y construir junto con nuestros gobernantes un espacio donde se privilegie el bien común a diario.
En los próximos días se realizará una consulta para conocer la opinión de la sociedad en torno al Nuevo Aeropuerto Internacional de México. Es un primer ejercicio que pondrá a prueba a la población, que deberá responder al gran compromiso de tomar una decisión de manera responsable e informada, pero también colocará en la mira a quienes han convocado a participar en este ejercicio democrático, pues está en juego su credibilidad y la posibilidad de ir en la dirección correcta, una dirección que nos lleve a exorcizar de una vez por todas la simulación que tanto desprestigio ha causado a la clase política.