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COLUMNA

Convicciones

La comunidad de jesuitas de la UCA

En la noche del 13 de noviembre integrates del Batallón Atlacátl hicieron un registro a la casa de los padres jesuitas ubicada en la Universidad Centoamericana José Simeón

1 diciembre, 2024
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Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político. 

Al inicio de noviembre de 1989, un comandante del Frente Farabuno Martí para la Liberción Nacional (FMLN), en San Salvador, El Salvador, se reunió con el padre provincial de la Provincia de la Compñía de Jesús en Centroamérica y le dijo que en los próximos días habría un evento que podría causar poblemas a los jesuitas y que deberían tomar medida para protegerse.

El 11 de noviembre, la guerrilla, en el operativo “Hasta el Tope”, tomó bajo su control media ciudad de San Salvador, la capital del país. Era una demostración de fuerza, que fue clave para abrir el camino a que se establecieran las negociaciones para terminar con la guerra. Las Fuerzas Armadas vieron esta acción de la guerrilla como una humillación.

En la noche del 13 de noviembre integrates del Batallón Atlacátl hicieron un registro a la casa de los padres jesuitas ubicada en terrenos de la Universidad Centoamericana José Simeón Cañas (UCA). El padre jesuita Ignacio Ellacuría, que había llegado ese día de España, la acción de los militares no lo interpretó como una amenaza o que era parte de un operativo mayor.

Ellacuría, amigo del presidente de la República, Alfredo Cristiani,  a quien estaba a cargo del operativo le pidió hablar con el ministro de la Defensa o con el superior al mando de la operación, pero éste se lo negó de manera tajante, argumentando que cumplía órdenes superiores.

El entonces rector de la UCA, valoró el operativo militar como una señal de seguridad para la comunidad de los jesuitas porque los efectivos de el Ejército no habían encontrado nada en la casa que los pudiera relacionr con el FMLN y tampoco materiales que, en  versión de quienes dirigían el operativo, puderan considerarse “comunistas”.

Por la mañana del 14 de noviembre algunos integrantes de la comunidad insistieron, que el registro podría ser aviso de acciones posteriores. Ellacuría respondió que no había que ponerse paranóicos.  Dijo que los militares ya habían visto que en la comunidad no había nada y, por lo tanto, ya no los molestarían más.

El historiador jesuita Rodolfo Cardenal, sobrino de los padres Ernesto Cardenal, el poeta, y de Fernado Cardenal, el jesuita, que vivía en la comunidad de la UCA, después del registro de la casa por el Ejército, valoró la situación de manera distinta y decidió irse a vivir a otra comunidad jesuita en San Salvador. 

En la madrugada del 16 de noviembre, efectivos del Batallón Atlacátl, bajo las órdenes del coronel René Emilio Ponce, volvieron a la comunidad ya con el objetivo de asesinar a los padres jesuitas: Ignacio Ellacuría; Ignacio Martín Baró; Segundo MontesAmando LópezJuan Ramón Moreno y Joaquín López y López. El teólogo Jon Sobrino vivía en esa comunidad, pero estaba fuera del país dando un curso.

Para no dejar a ningún testigo también a Elba Julia Ramos, que trabajaba con los padres, y a su hija Celina, de 15 años. Obdulio, esposo de Elba Julia, jardinero y vigilante, dormía en la caseta a la entada del patio de la casa. Ahí no llegaron los militares y por eso se salvó de la muerte. Desde ese lugar oyó todo lo que pasaba. Ya han pasado 35 años del asesinato de los jesuitas de la UCA. 


Autor

Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político.