Ante la cercanía de la Navidad, intensifiquemos la oración por la paz

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COLUMNA

Comentario al Evangelio

El fin del mundo

El reconocido biblista mexicano Salvador Martínez explica el discurso de Jesús sobre el fin del mundo con motivo de la Fiesta de Cristo Rey del Universo.

18 noviembre, 2018

Lectura del Santo Evangelio“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘en aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprendan de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducen que el verano está cerca; pues cuando vean ustedes suceder esto, sepan que Él está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del Cielo ni el hijo, sólo el Padre” (MC 13, 24-32)

ComentarioYa estamos a un domingo de concluir el ciclo litúrgico. De hecho, el próximo domingo celebraremos la fiesta de Cristo Rey del Universo con lo cual se cierra el año, para reabrirse el siguiente domingo con el primer domingo de Adviento, el tiempo para prepararnos a la Navidad.

Por tal motivo este domingo se nos presenta un pequeño fragmento del discurso de Nuestro Señor Jesucristo sobre el fin del mundo. Para quienes carecen de toda esperanza con respecto a “la vida después de la vida” es común que hablar de la muerte sea de mal gusto porque, sobre todo cuando ocurre en la niñez y la juventud, se piensa que las personas aún no han tenido oportunidad de vivir.

Junto con la antipatía por la muerte también está la antipatía para hablar del fin del mundo. Para nosotros los cristianos ciertamente no es un tema banal o para hacer bromas, el fin del mundo no es la aniquilación de la existencia humana sino la intervención definitiva y glorificadora de todos aquellos que, por su fe, su esperanza y su caridad han aceptado y hecho efectiva su participación en el Reino de los Cielos.  

Por supuesto que también implica, como en el Antiguo Testamento, un aspecto punitivo para todos aquellos que se dedicaron a echar a perder este mundo. Jesús nos enseña a vivir sabiamente y prepararnos para este encuentro definitivo con Dios.