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COLUMNA

Columna invitada

¿Prohibir los narcocorridos es la solución a la violencia?

Los narcocorridos y otros estilos musicales que enaltecen la cultura del narcotráfico son síntomas de una enfermedad social que refleja una narcocultura presente en el subconsciente colectivo.

16 abril, 2025
¿Prohibir los narcocorridos es la solución a la violencia?
Los llamados “narcocorridos” no son la enfermedad en sí misma, sino un síntoma de la realidad que vivimos en México. Foto: DLF
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Maestro Normalista. Licenciado en Filosofía y Teología, Mtro. en Teología, Lic. Pontificio en Teología Sacramentaria. Canciller de la Diócesis de Xochimilco, Exorcista miembro de la AIE, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas de la Diócesis de Xochimilco. Párroco de “El Padre Nuestro”. Profesor de Teología de la Iniciación Cristiana, de Teología de la Eucaristía, de Teología del Matrimonio, de Semiótica, de Síntesis Teológica y varios Seminarios Teológicos. 

Muchas veces, de manera involuntaria, he tenido que escuchar los llamados “narcocorridos” y demás estilos musicales que enaltecen la cultura del narcotráfico. Más allá del contenido de sus letras, he de decir, que no soy particularmente afecto a ese tipo de música. Lo cierto es que a mucha gente le gusta, la prueba fehaciente es la cantidad de entusiasmo que suscita y los enormes dividendos que representa para la industria musical.

No podemos ser ingenuos pensando que detrás de este tipo de música hay gente de buena voluntad que ofrece únicamente un estilo de música para la recreación o para la satisfacción de un determinado gusto, sin duda hay intereses en exaltar el estilo de vida que es resultado de los ilícitos que se cometen en toda la industria del narcotráfico. Junto con lo anterior hay que afirmar que existen personas que escuchan este tipo de música porque genuinamente les gusta.

Hace relativamente poco escuchaba una canción que me gustó por sus ritmos, mi decepción vino cuando escuché la letra. Decidí involucrarme en el curso que iba a tomar esta canción tan llamativa, que empezaba a ser popular y que había generado tantas vistas en las redes sociales.

Cuando la obra salió a la luz, mucha gente la celebraba, los críticos la exaltaban, naturalmente a su autor se enorgullecía, pero nadie se detenía a decir una sola palabra acerca de su contenido, como si su letra fuera irrelevante, lo que me hizo pensar que la gente no es tan consciente de lo que escucha, “repiten como loros” sin detenerse a pensar en lo que está escuchando o cantando. 

Este problema lo he visto en otros ámbitos, como en la escuela, donde los alumnos no se dan cuenta de lo que están leyendo, es decir, hay un verdadero problema en la comprensión de lo que leen o escuchan. Parecería una nimiedad y no lo es, es verdad que una gran parte de las personas no pone atención ante lo que escucha y luego repite.  Lo vemos en los linchamientos mediáticos que se dan en las redes sociales, o la difusión de falsedades, también en la actitud ante los discursos políticos y la forma de ejercer los derechos y las libertades; creo sinceramente que hay un enorme déficit de atención en las personas y en la sociedad.

De todo esto se desprende la falta de compromiso con los problemas que nos son comunes, la falta de principios morales que se traducen en dejadez o en simplismo,  lo que lleva a una auténtica indiferencia ante lo que implica promover este tipo de mensajes que además van muy bien acompañados de un ritmo pegajoso y alegre.

¿Son malos los narcocorridos?

No soy especialista en el tema, pero no tengo dudas en que una gran mayoría de las personas que les gusta este tipo de música lo hace más por inercia que por una auténtica intención de promover lo que allí se dice, lo cual por supuesto, no los exculpa del problema, porque la pasividad y la indiferencia de los que se creen “inofensivos” o “buenos”, es lo que permite que se engrandezcan las acciones de los malos.

Los llamados “narcocorridos” no son la enfermedad en sí misma, sino un síntoma, de modo que si no lo comprendemos así vamos a errar en la búsqueda de una certera solución. Comprender a los narcocorridos como el resultado de una narcocultura, lo que debemos intentar de cambiar es entonces su origen, es decir, la narcocultura presente en lo que yo llamaría el subconsciente colectivo.

Es comprensible que en un país donde mucha gente ha vivido por generaciones en la pobreza y en la marginación, y ha intentado salir adelante con el fruto honesto y generoso de su trabajo, y que luego se ha encontrado un obstáculo en la realidad social y política que no le ha favorecido, vea en el estilo fácil de la narcocultura, o en expresiones similares, la salida fácil y llana para acceder a lo que el camino honesto y de trabajo le ha negado.

Si se pretende prohibir los narcocorridos o cualquier otra expresión similar, mientras siga habiendo esta cultura narca, la cual nos negamos a reconocer, seguirán surgiendo espontáneas manifestaciones que exalten sus supuestas bondades, así que mientras se prohíba una cosa estará surgiendo otra.

Los narcocorridos y la violencia

Como decía más arriba los narcocorridos y expresiones musicales similares son los síntomas de una enfermedad, de una sociedad que no reconoce, en primer lugar, que está enferma, que ha preferido mirar hacia otro lado, negar la realidad, y cuando la realidad misma se impone, ha preferido maquillarla con discursos falaces.

El problema del narcotráfico en México y todo lo que de él se desprende, debe ser afrontado en todas sus aristas e implica a todas las personas: a la autoridad le corresponde una parte, a la sociedad civil organizada y a las iglesias nos corresponde otra, a los padres de familia y educadores les toca el papel protagónico. En la medida en la que tomando el “toro por los cuernos” nos atrevamos a enfrentar esta dura realidad enquistada entre nosotros, iremos saneando, y por lo tanto enfrentando el problema desde su raíz, y el resultado será que las composiciones musicales, más allá del gusto en el género musical, se expresará en sus letras a partir de aquello que se está saneando.

De mi padre aprendí que el dolor que sentimos en el cuerpo es una bendición, porque el dolor que experimentamos es la forma en que nuestro cuerpo nos habla y nos dice que algo está mal y nos dice dónde y de qué intensidad, es decir, el cuerpo nos dice “me duele aquí y me duele mucho”, de esta manera podemos focalizar qué parte de nuestro cuerpo está enferma.

Los narcocorridos son el dolor, y si han alcanzado tal grado de popularidad y de aceptación, es porque nos están diciendo dónde está la enfermedad y de qué tamaño es, y si ingenuamente pensamos curar una infección tomándonos un analgésico, además de solo “atontar” el dolor, el no cuidar lo que lo provoca hará que éste crezca. Estoy convencido de que no es prohibiendo este tipo de expresiones musicales como se va a combatir el problema, al contrario, dejarlos en la vida pública nos seguirá diciendo de qué tamaño es el problema, sólo cuando orgánicamente vaya disminuyendo su aceptación entonces sabremos que la sociedad se está curando. Además, es sabido que la actitud del prohibicionismo, lejos de inhibir, incita, porque lo que es prohibido se vuelve apetecible.

Con lo dicho anteriormente, no queda del todo resuelto el daño que en la realidad hace este tipo de música. Nos toca actuar a los padres de familia, educadores y pastores de la iglesia, y debemos presentar las personas un estilo de vida que los lleve a la plenitud de su existencia, solo así las mismas personas, especialmente los jóvenes (que no son nada tontos y a los cuales no hay que subestimar), sabrán distinguir de entre todo lo que oyen aquello que no les aporta a su crecimiento humano y espiritual y naturalmente rechazarán toda expresión que los denigre personalmente y que contribuya al mal de todos.

Ante la realidad que nos circunda, como decía mi abuela, no seamos “persignados”, el Señor nos envió al mundo para proponerle su estilo de vida como el único camino que nos lleva a la plenitud de nuestra existencia: cuando nosotros los creyentes no hemos sido capaces de mostrar con nuestra forma de vivir que existe un estilo de vida diferente al que plantea el mundo, entonces estamos fracasando, no somos autoridad moral para decir nada ni mucho menos podemos pontificar sobre cómo deben vivir los demás.

Sin embargo, nuestra fuerza, que es la que transforma al mundo, es el testimonio congruente con nuestra fe, el cual se traduce en el esfuerzo cotidiano por vivir conforme a los valores del evangelio los cuales tratamos de implantar en las realidades temporales. Sólo así se hace creíble lo que anunciamos y lo que convence a los no creyentes a transformar la “cultura de la muerte” en una “cultura de la vida”, o como decía san Juan Pablo II, en una “civilización del amor”.

La cultura del narco y sus diversas expresiones, como los narcocorridos, sólo podrán ser contrarrestados por una sociedad sana y ahí los creyentes en Cristo tenemos mucho que aportar, es más, nos es urgente, influir positivamente en una sociedad que camina sin brújula y que anhela la claridad de la verdad que estamos llamados a anunciar, y desde allí, aliados con tantos hombres y mujeres de buena voluntad, sanaremos el corazón de nuestra sociedad para que naturalmente sus expresiones artísticas, culturales y recreativas expresen la pureza de su corazón y sus más altos anhelos.


Autor

Maestro Normalista. Licenciado en Filosofía y Teología, Mtro. en Teología, Lic. Pontificio en Teología Sacramentaria. Canciller de la Diócesis de Xochimilco, Exorcista miembro de la AIE, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas de la Diócesis de Xochimilco. Párroco de “El Padre Nuestro”. Profesor de Teología de la Iniciación Cristiana, de Teología de la Eucaristía, de Teología del Matrimonio, de Semiótica, de Síntesis Teológica y varios Seminarios Teológicos.