Indolencia total
La respuesta tardía y la indolencia del Gobierno ante la tragedia migrante, no está en cuestionar de fondo la política migratoria sino en formar un Consejo multisectorial a todas luces inoperante.
Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios.
Aún nos lastima la imagen llena de dramatismo del incendio en un centro de detención en Ciudad Juárez del Instituto Nacional de Inmigración (INM), que provocó la muerte, hasta el momento, de 40 migrantes y 23 más hospitalizados. Hecho que puso al descubierto la pésima política migratoria del actual gobierno: los guardias abandonaron el lugar dejando entre las llamas a los migrantes; las autoridades inmediatas no aparecieron, comenzando por el director del INM.
Los secretarios de Gobernación y de la SRE se culparon mutuamente y ‘se lavaron las manos’; el Presidente de la República hizo declaraciones erráticas culpando a los propios migrantes, a las empresas de seguridad subcontratadas, y acusando de “amarillistas” a los medios de comunicación; además, mostró su absoluta indiferencia al visitar Ciudad Juárez, por otro motivo intrascendente, sin escuchar los reclamos de los migrantes ni expresar su solidaridad con las víctimas de la tragedia.
La respuesta tardía del Gobierno ante esta tragedia, no está en cuestionar de fondo la política migratoria sino en formar un Consejo multisectorial a todas luces inoperante, poniendo al frente al sacerdote Alejando Solalinde, quien desde hace cuatro años abandonó a los migrantes para convertirse en adulador del actual presidente: “está siguiendo las enseñanzas de Jesús, por eso veo en él rasgos muy importantes de santidad”, ha llegado a decir.
No han sido tomados en cuenta los verdaderos custodios de los migrantes que trabajan en los albergues, una buena parte en manos de religiosas y sacerdotes, distribuidos en todo el país, especialmente en las fronteras, tampoco se valora la ayuda ciudadana que reciben de parte de miles de rostros amables de los mexicanos, como las célebres ‘patronas’, siempre dispuestos a brindar un apoyo. Ante la indolencia gubernamental, debemos seguir propiciando la respuesta generosa y desinteresada como nos lo muestra Jesús en la parábola del Buen Samaritano, mostrando el verdadero humanismo cristiano que significa hacernos cargo de nuestros hermanos necesitados.
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