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COLUMNA

Columna invitada

Estar disponibles como María

La Virgen María supo ser siempre dócil a las inspiraciones del Espíritu y se dejó guiar por Él.

4 mayo, 2023
Estar disponibles como María
Raquel Zermeño Ferrer

Platicando el otro día con mi hermana me compartía que estaba leyendo sobre el papel tan importante que tuvo la Virgen María después de la muerte de Jesús, cuando los apóstoles estaban atemorizados y no sabían qué hacer. Ella fue quien los ayudó a mantener una firme esperanza en las promesas de su Hijo.

El tiempo Pascual en el que estamos viviendo nos va llevando de la mano hacia la fiesta de Pentecostés, y qué mejor manera de prepararnos, que, junto a la Virgen María en este mes dedicado a ella, Ella que supo ser siempre dócil a las inspiraciones del Espíritu y se dejó guiar por Él.

Para esta reflexión me gustaría comenzar con la cita del Evangelio de San Juan que dice: “Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que Él mismo nos ha dado” (Jn. 6,12-15).

Ese mismo Espíritu que llenó con su gracia a la Santísima Virgen, es el que ha sido derramado en nuestros corazones desde el día de nuestro bautizo y “actualizado” en el día de nuestra confirmación.

Es también el mismo Espíritu que descendió sobre los apóstoles el día de Pentecostés para fortalecerlos y guiarlos en su misión de llevar la buena noticia de Jesús resucitado.

María siempre estuvo dispuesta para que el Espíritu Santo pudiera actuar a través de Ella, permaneció siempre unida a Él, fue dócil a sus inspiraciones y perseveró a pesar de que en muchas ocasiones no comprendía del todo los planes del Padre, ni de su propio Hijo.

Ella, como buena madre, fue la que animó a los apóstoles a permanecer unidos y esperar a que se cumpliera la promesa de su Hijo de enviar al Consolador. Nadie mejor que Ella podía prepararlos y animarlos a permanecer fieles y confiados.  

Y es que ese es el papel de una madre, pensemos en todas aquellas mamás que, como María, cuidan, fortalecen, animan, ayudan a crecer, alientan para que una familia se mantenga unida. Son aquellas que nos enseñan a confiar, a esperar, a tener la mirada puesta en lo alto.  Todas esas mujeres transforman la vida de muchas personas con los múltiples dones que ofrecen para aquellos que tanto aman.

Hoy quisiera invitarlos, y en especial a todas las mamás, a que durante este mes de mayo reflexionemos sobre, ¿qué tan dóciles somos a las inspiraciones del Espíritu?, ¿qué tan disponibles estamos para dejar que Dios actúe en nuestras vidas? y ¿qué hacemos con los dones recibidos desde nuestro bautismo?

Pidámosle a nuestra Madre que nos enseñe a tener un corazón dispuesto para que el Espíritu Santo pueda actuar y para que pongamos los dones recibidos al servicio de los demás, comenzando por nuestra familia, esa Iglesia doméstica que en muchas ocasiones se ve amenazada y lastimada, y nos anime y aliente, como lo hizo con los apóstoles en el día de Pentecostés, para vivir conforme a las inspiraciones del Espíritu y llevar a otros a Cristo.

Nuestras mamás suelen ser como heroínas sin capa, pues tienen como “poderes especiales” para poder guiar, unir, consolar, aconsejar, permanecer fuertes en las dificultades, en una palabra, tienen una capacidad extraordinaria para amar.

Qué bonito es descubrir, en este mes dedicado a ellas y en el que celebraremos la fiesta de Pentecostés, que aquellos “poderes especiales”, son los dones que el Espíritu Santo derrama sobre nosotros, y que, habiendo recibido ese amor de Dios en nuestros corazones, nos toca ser medios para que ese amor y todos sus frutos lleguen a quienes más lo necesitan: nuestros esposos, hijos, padres, hermanos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo.

 

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