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COLUMNA

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Así vive un sacerdote mexicano la cuarentena por el coronavirus en Italia

Como nunca en la historia tenemos acceso a tanta información, pero como nunca es difícil encontrar la verdad.

13 marzo, 2020
Así vive un sacerdote mexicano la cuarentena por el coronavirus en Italia
Padre Hernán Quezada SJ

Soy médico, sacerdote y jesuita. Me encuentro en Roma, viviendo en comunidad con 70 jesuitas de 37 países del mundo, todos con un destino académico.

Hace pocas semanas se comenzó a hablar del coronavirus en el norte de Italia, ahí aparecieron los primeros casos y también las primeras medidas, como cerrar escuelas y no permitir reuniones masivas.

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En mi agenda estaba participar en la Asamblea Plenaria de la Academia Pontificia por la Vida (PAV) el 26 de febrero. Días antes comenzaron los rumores de una posible cancelación. Se nos informó que el evento iría adelante y así fue.

El 6 de marzo recibimos un mensaje de la Academia comunicando que uno de los asistentes había dado positivo al virus Covid-19 y nos recomendaban las medidas necesarias. En mi caso, debí completar 14 días a partir de mi probable exposición, con medidas dentro de mi comunidad: comer separado, evitar asistir a espacios concurridos de casa, aplicar la política de un metro de distancia y estar atento a cualquier manifestación de síntomas propios de un resfriado, sobre todo fiebre y tos seca.

Comencé a experimentar, en mis días de auto aislamiento, un rol de autocuidado y cuidado de los demás, también a sentirme discriminado por expresiones de mi hermanos de comunidad de vigilancia y de miedo, que no pocas veces me hicieron juzgarlos mal. Hice un esfuerzo para entender que lo que estaba viviendo no era producto de la maldad, sino de la desinformación, el miedo y mi propia sensibilidad.

El padre Hernán celebrando Misa junto a su comunidad, antes de la epidemia. Foto: P. Quezada

Como nunca en la historia tenemos acceso a tanta información, pero como nunca es difícil encontrar la verdad.

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En los primeros días de febrero el gobierno Italiano decidió suspender las clases en todos los niveles educativos. Luego llegaría la “cuarentena nacional”, llamada #IoRestoACasa (Yo me quedo en casa),  a la que me incorporé durante mi aislamiento personal.

En mi comunidad seguimos la normativa de las autoridades de no salir si no tenemos una necesidad urgente. Para hacerlo debemos llenar un formulario que debe ser entregado a la policía en caso de ser requerido.

Hace unas semanas nos preguntábamos algunos de nosotros: ¿Qué signos deberíamos de hacer esta Cuaresma? -¿Quitamos el postre? sugerimos. Ilusos, no sabíamos que esta Cuaresma se nos pediría algo más: ser virtuosos.

La virtud es el punto preciso de equilibrio, ni pánico ni irresponsabilidad. Hay que informarnos, discernir y compartir bien. No hay espacio para expresiones como “me contaron”, ni para la ignorancia.

Las acciones propuestas por la autoridad son referentes para nuestras acciones. Cumplir con estas obligaciones implica un mínimo de civilidad, y los cristianos estamos llamados a ir a “más”.

No sólo cumplimos, sino además buscamos el bien mayor para todos.

Las calles y plazas de Roma lucen vacías durante estos días de emergencia sanitaria. Foto: P. Quezada.

Las calles y plazas de Roma lucen vacías durante estos días de emergencia sanitaria. Foto: P. Quezada.

Hace unas horas escribió en su cuenta de Twitter el cardenal jesuita Michael Czerny: “Todos los que estamos en Italia sufriendo la inmovilidad del ‘encierro’, recemos por aquellos (migrantes) en la frontera greco-turca que sufren el encierro de la desesperación”. Sin mirar a los demás, corremos el riesgo de la autorreferencialidad, esa que nos coloca al centro solos, que descalifica, politiza, discrimina y acapara.

Nuestra “Cuarentena Cuaresmal” nos presenta desafíos, nos convoca a la creatividad, la solidaridad, la fraternidad y a un verdadero deseo de estar y orar juntos, no un “juntos” que se refiere a los de casa, sino a todas y todos lo que en estos días les falta salud y paz.

En México ya hay coronavirus, por ello hay que informarnos, orar, pensar y confiar.  Las autoridades tienen la responsabilidad de orientarnos a actuar. Hay que orar por ellos, pues no será fácil actuar.

No tengan miedo, tengan información; valentía y solidaridad.

A quienes deciden y decidirán las acciones en México, les quiero decir:  Rezo por ustedes, Dios le iluminará. Que la virtud en su actuar sea iluminada por Dios, sus familias y sus muertos; y por el deseo de responder a este llamado moral de cuidar y de sanar.

No abusaré de la atención a estas letras, les seguiré compartiendo en esta “cuarentena cuaresmal”.

 

*El autor es médico, jesuita, maestro en filosofía social, licenciado en ciencias religiosas y estudioso de la teología moral.