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Conociendo al Arzobispo de México: Solidaridad, una marca inscrita en el corazón

Marilú Esponda: Sr. Cardenal, ha tocado usted el tema de la solidaridad humana, pero ¿no es utópico pensar en un mundo solidario?

Card. Carlos Aguiar: No, no es utópico. Aunque por ahora sí lo sea, entendiendo la palabra “utópico” como aquello que todavía no tiene lugar. Lo que ocurre es que casi siempre se entiende como aquello que es imposible de alcanzar.

Debemos tomar conciencia de que nos falta mucho camino por recorrer en cuanto al tema, pero la solidaridad debe ser uno de nuestros objetivos. La solidaridad humana nace del propio corazón: cuando tú ves a alguien que se ha caído, rápidamente te acercas para ver si le ayudas a levantarse; no lo piensas, es espontáneo.

La solidaridad se produce al darle cauce a esos sentimientos, a esas reacciones espontáneas de la bondad humana. Sin embargo, si esta actitud la dejamos en una cuestión aislada –como lo hacen muchas personas–, se va diluyendo, el individuo se va volviendo indiferente. En cambio, cuando esto se hace de forma ordenada, institucional, en grupo, en comunidad, la solidaridad, se consolida y se expande.

En este campo, es importante saber que la fe es algo que no podemos vivir solos ni aislados; nos necesitamos, porque la integración nos fortalece y nos hace ser consecuentes.



Para crecer en solidaridad necesitamos la comunión. Y se puede ser solidario sin pertenecer a la Iglesia, porque eso es algo que está en el corazón del hombre, que ha sido creado por Dios para la solidaridad, esa es su naturaleza. Sin embargo, la mirada del cristiano sobre los problemas y dificultades de los demás es distinta, porque tenemos un camino por el que Jesús anduvo. Sabemos que es un camino que vale la pena, por ese testimonio fuerte y convincente, que es el de Cristo. El cristiano puede convertirse en un auténtico discípulo de Jesús si a la vez sigue su camino, pero para hacerlo necesitamos estar en comunión.

Fragmento de la entrevista al Card. Carlos Aguiar contenida en el libro: Una Iglesia para soñar.

 





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