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“Se necesitan estructuras pastorales que nos conduzcan hacia la unidad operativa”

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  • Durante su visita a la Vicaría II “Cristo Rey”, el Arzobispo de México dijo que la Vida Consagrada es un regalo de Dios a la vida de la Iglesia en general.

 

Vladimir Alcántara

 

Luego de acudir a las vicarías III y VI, como parte de una serie de visitas de reconocimiento a las zonas pastorales de la Arquidiócesis de México, el Arzobispo Primado, Card. Carlos Aguiar Retes, acudió este jueves a la Parroquia de Cristo Rey, en Tacubaya, donde se reunió con la comunidad de la II Vicaría Episcopal. Tras ser recibido por el Obispo Auxiliar, Mons. Carlos Briseño Arch, el Cardenal tuvo un momento de oración con el sacerdotes de las diferentes parroquias de esa circunscripción eclesial, y posteriormente una reunión en la que se le ofreció una breve reseña histórica de la vicaría, y un informe –desglosado por decanatos–, sobre la estructura y funcionamiento de la misma.

El Arzobispo de México también habló ante presbíteros y diáconos acerca de diversos temas de interés general para la Iglesia que peregrina en la Ciudad de México, en algunos de los cuales ha venido insistiendo en diferentes eventos arquidiocesanos, como el del cambio de época, un proceso mundial encaminado hacia un nuevo consenso de valores, que inició en la década de los 90 del siglo pasado –con la aparición de las nuevas tecnologías–, mismo que por lo menos tardará unos cien años en culminar.

En este sentido, explicó que este cambio parte de la realidad de que culturalmente ya no hay un solo modelo a seguir, de manera que para lo que unos son valores, para otros son antivalores, y lo que para unos aún es importante, para otros es algo que ya quedó atrás. “Actualmente, los jóvenes, cuyas familias no funcionan según el estilo vida cristiano, consideran que la verdad es imposible de alcanzar, de manera que piensan que pueden hacer lo que quieran hacer”.



Frente a este proceso por el que hoy está transitando la sociedad mundial, el Arzobispo de México señaló que, como Iglesia, es necesario un replanteamiento de la misión, buscar las maneras de ser más eficaces, lo cual sólo se puede conseguir trabajando en comunión, ya que ningún presbítero podrá cumplir su encomienda pastoral si no es en comunión, por lo que se necesitan estructuras que nos conduzcan hacia la unidad operativa, a través de un Plan Diocesano de Pastoral. “En estas primeras visitas que he hecho por la Arquidiócesis, veo que hay muchas potencialidades, pero estamos funcionando como si fuéramos ocho diócesis independientes. Aunque hay buenas relaciones entre los Obispos Auxiliares, cada uno está funcionando por su lado, con planes pastorales distintos, lo cual ya no puede ser”.

Consideró que la Iglesia no puede evolucionar en el mismo sentido en el que funciona el mercado, y convertirse en “supermercados religiosos”, donde la persona escoja en cuál le conviene ir a escuchar la Palabra, o cuál le ofrece mejores servicios, etcétera; sino que la ciudadanía debe recuperar su sentido de identidad y pertenencia a la Iglesia. “Y para lograr esto, la propuesta son las unidades pastorales, lo que significa levantar los límites parroquiales en el entorno de un territorio, y formar equipos de sacerdotes, uno que coordine en todas esas parroquias los equipos de Liturgia, otro los de los Jóvenes, otro los de los Adultos Mayores, y que todos los agentes de pastoral se conozcan y trabajen juntos. Esto fortalecería el tejido social y nos ayudaría a salir del individualismo y del anonimato social, a volver a identificarnos como vecinos, a tratarnos nuevamente a través de la fe”.

“Las unidades pastorales –detalló– contemplan la posibilidad de que el grupo de sacerdotes de esta unidad parroquial viva en una casa común, lo cual daría en automático el testimonio muy fuerte de que formamos una comunidad, de que no vivimos aislados. Si cada parroquia sigue siendo el gallinero de un gallito, y cada quien con su gallinerito, el sacerdote se convierte en un funcionario de la institución eclesial, pero no en un pastor, y menos una comunidad de pastores. Si la gente nos ve actuando en comunión, coordinándonos y auxiliándonos, la sociedad se transformará y volveremos a recuperar el sentido de pertenencia e identidad con miles”.

En cuanto al tema de la vida religiosa, el Card. Aguiar la definió en una sola palabra: “Comunión”. Dijo que la vida consagrada es un regalo de Dios a la vida de la Iglesia en general, no sólo para quienes la sostienen y animan. Externó que los religiosos y religiosas cuentan con institutos educativos que son una veta para la renovación de la Iglesia, de manera que si se lleva a cabo una sinergia entre los procesos formativos y las actividades de la Iglesia en sus diferentes ámbitos, se incidirá positivamente en la sociedad. Agregó que también es necesario buscar la relación con las escuelas públicas.

En cuanto a los diáconos permanentes, dijo que lamentablemente no se les ha conducido como los documentos de la Iglesia proponen, pues se les ha convertido en ministros de culto. Explicó que lo que pide la Iglesia del diácono permanente, es que sea un hombre de mundo que sirve de puente entre lo social y lo eclesial, y debe abrírsele camino para el servicio al ministerio episcopal; “es decir, para que me ayuden a mí”, y lo que encuentra uno es que están ayudando a un párroco concreto. “El diácono que coordina FRATESA es un muy buen ejemplo de lo que debe ser su ministerio. Si un diácono es un buen administrador, nos puede ayudar en las instancias administrativas de la diócesis; si es un buen abogado, en las cuestiones penales; si es un hombre sensible a las necesidades, en la Pastoral Social. De manera que diseñaremos un proyecto adecuado para ellos”, finalizó.





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