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Testimonio: Fue ante el Santísimo que decidí ser sacerdote

Mi nombre es Joaquín Saúl Guzmán Gómez, tengo 20 años de edad y actualmente estudio el primer año de Filosofía en el Seminario Conciliar. Soy originario de la Ciudad de México. Mi historia vocacional inicia en mi infancia, cuando acompañaba a mi abuela a la Misa o alguna plática; si algo recuerdo muy bien, es […]

Mi nombre es Joaquín Saúl Guzmán Gómez, tengo 20 años de edad y actualmente estudio el primer año de Filosofía en el Seminario Conciliar. Soy originario de la Ciudad de México. Mi historia vocacional inicia en mi infancia, cuando acompañaba a mi abuela a la Misa o alguna plática; si algo recuerdo muy bien, es que en aquel entonces el párroco de mi comunidad insistía en que le ayudara a hacer las lecturas o a acolitar, pero me negaba; sin embargo, de algo estaba seguro, dentro de mí, me intrigaba la vida sacerdotal, la forma en que celebraban la Misa, cómo se vestían. Me acerqué a la Iglesia cuando me preparé para la Confirmación y la Eucaristía;  y después de tanta insistencia, accedí a ayudar e involucrarme en la vida de mi comunidad. Sentía como Dios me cautivaba más y más.  

Iniciando el año 2012, llegó un nuevo párroco a mi comunidad; para entonces, yo era monaguillo, e iba conociendo más acerca de la vida de la Iglesia y de Dios. Con el paso del tiempo hubo mayor empatía con mi párroco, y su testimonio en la vida y en su ministerio me llevó a tomar esta decisión: entrar al seminario.

Recuerdo que un día, estando en la Rectoría Nuestra Señora de los Ángeles, frente al Santísimo y sin saber de qué hablar, pasaron por mi mente muchas imágenes relacionadas con el sacerdocio. Esa misma noche no podía dormir, mis papás lo notaron y  me preguntaron el motivo de mi inquietud. Yo, con mucho miedo, les dije: “¡quiero ser Sacerdote!”. Ellos me dijeron que estaba loco, que no sabía lo que decía.

Al día siguiente, terminada la  Misa, me dirigí a mi párroco para preguntarle cómo podía entrar al Seminario; se comunicó con los promotores vocacionales, y después de varias charlas y entrevistas, en el mes de julio del 2013 llegué a las puertas del Seminario Menor. Ha sido la etapa más significativa de mi vida, pues en él aprendí a darle sentido a mi existencia, a acercarme más a Dios, y con el acompañamiento de mis formadores, aprendí a conocerme y a valorar todo lo que tengo, y que Dios me da para mi bien y santificación;  conocí a mis grandes amigos, y sobre todo aprendí a discernir poco a poco el llamado de Dios  a ser pastor de su rebaño, discernimiento que continúa hasta el día de hoy.  

Al concluir la etapa del Seminario Menor, junto con otros compañeros continué esta aventura en el Curso Introductorio, sumergiéndome en el conocimiento del Catecismo, la Sagrada Escritura, la Espiritualidad, la Liturgia, la Filosofía y el conocimiento de la propia Arquidiócesis.

Con el paso del tiempo me he dado cuenda que Dios llama en ambientes diversos, y llama a quien Él quiere; es un llamado que lleva consigo una respuesta consciente y responsable. Pongo las palabras de la Virgen María en mis labios… “el Poderoso ha hecho grandes obras por mí”, y si de algo estoy seguro, es que debo seguir creciendo y caminando como persona y como Seminarista.

Si bien entiendo que este proceso no es fácil, implica tanto renuncia como entrega, para ser capaces de asemejarnos a Jesús; que nos llama a servirle en su pueblo y que, a pesar de los errores, nos dice una y otra vez: “¡Así te quiero y te necesito!” Agradezco a Dios por este don; a mis amigos, familiares y a todo el Pueblo de Dios los invito a seguir orando por las vocaciones.

Seminario Conciliar de México