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“La participación de las religiosas en la Iglesia es necesaria e indispensable”

El Vicario arquidiocesano para la Vida Consagrada asegura que hoy más que nunca hay que animarlas para que su entrega a la causa del Reino de Dios siga siendo con generosidad, pasión y compromiso.   Abimael César Juárez Con motivo del Día Internacional de la Mujer, este próximo 8 de marzo, el semanario Desde la […]

  • El Vicario arquidiocesano para la Vida Consagrada asegura que hoy más que nunca hay que animarlas para que su entrega a la causa del Reino de Dios siga siendo con generosidad, pasión y compromiso.

 

Abimael César Juárez

Con motivo del Día Internacional de la Mujer, este próximo 8 de marzo, el semanario Desde la fe platicó con el Vicario Episcopal para la Vida Consagrada de la Arquidiócesis de México, Fray David Alfonso Díaz Corrales, con la finalidad de profundizar sobre la vida consagrada femenina en la capital del país.

En este sentido, explicó que en la Ciudad de México existen todas las formas de vida consagrada, excepto el de las eremitas; de esta manera, la vida religiosa femenina está conformada por 180 institutos, dos institutos seculares que tienen la particularidad de estar consagrados, nueve sociedades de Vida Apostólica y 38 monasterios de Vida Contemplativa femenina, lo que hace que un total de casi 4 mil 500 mujeres participen de la vida consagrada en institutos de Derecho Pontificio, y alrededor 600 lo hagan a través de los institutos de Derecho Diocesano o asociaciones que están en proceso de convertirse en institutos de vida religiosa; además de 70 miembros femeninos de institutos seculares, “todas ellas, mujeres entregadas y apasionadas a la causa del reino de Dios y al Evangelio”.

Refirió que las religiosas pertenecientes a la vida contemplativa y a la vida apostólica están involucradas en diferentes pastorales, entre las que se encuentra la educativa, ya que muchos institutos de vida religiosa tienen colegios, o de la salud; otras se enfocan más a la atención de los pobres o de las mujeres en situación de prostitución o de violencia; incluso, hay quienes trabajan en el campo de la pastoral penitenciaria, y otras más en el vocacional.

Fray David Díaz detalló que, dada la situación propia de la Ciudad de México, por ser la capital del país, muchas superioras han decidido establecer aquí las casas generales o provinciales, es decir, las casas de gobierno de sus diferentes institutos religiosos.

Añadió que, debido al establecimiento de instituciones educativas como la Universidad Pontificia de México, el Instituto de Formación Teológica Intercongregacional de la Vida Consagrada, la Universidad Lumen Gentium y otras universidades privadas, algunas de inspiración religiosa, la Ciudad de México también se ha convertido en un lugar atractivo para la formación permanente de las religiosas.

El Vicario para la Vida Consagrada, quien pertenece a la Orden de los Predicadores, destacó que las mujeres juegan un papel indispensable e importante en la Iglesia: “por la historia se sabe que la mujer consagrada ha jugado un rol decisivo en las tareas de la evangelización y de la pastoral, por eso, hay que animarlas en su consagración a Cristo, para que su entrega a la causa del reino de Dios siga siendo con mucha generosidad, pasión y compromiso”.

“De acuerdo con una encuesta realizada recientemente por el Imdosoc, las religiosas fueron las más apreciadas dentro de la vida de la Iglesia, pues los fieles las consideran muy cercanas a ellos, ya que, aseguran, comparten sus esperanzas, gozos, alegrías, retos y tristezas; por eso su papel es fundamental, necesario e indispensable, y eso hay que valorarlo, agradecerlo, apoyarlo y promoverlo”.

Para finalizar, Fray David Alfonso Díaz Corrales señaló que en la Arquidiócesis de México hay gran cantidad de carismas que enriquecen a la Iglesia, por eso, el gran reto es hacer que esos carismas trabajen en comunión, pues “cuando entran en comunión adquieren toda su grandeza y enriquecen nuestro caminar”.

 

Recuadro

“Rindo un homenaje de gratitud a tantas mujeres que no solamente han dicho sí al llamamiento que han recibido de Dios, sino que han asumido ese llamamiento con enorme pasión, por eso la Iglesia debe reconocer desde su corazón, la labor, el trabajo y la consagración de estas mujeres; acompañarlas con nuestras palabras de apoyo y  nuestra oración para que realmente vivan esa consagración desde una profunda feminidad evangélica”.