Luego de la conquista de México-Tenochtitlan, y la incorporación de las posesiones del Imperio Azteca a los dominios hispanos, se puso en marcha la tarea de dar forma a la primitiva iglesia cristiana en el llamado Nuevo Continente. La labor quedó en manos de las ordenes religiosas, principalmente las mendicantes, mediante las bulas Alias Felicis, del Papa León X, otorgada a la Corona Española el 25 de abril de 1521, y Exponis Nobis Nuper Fecisti, del Papa Adriano VI, concedida el 10 de mayo de 1522.
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Las órdenes religiosas elegidas originalmente para dar cauce a dicho proceso de evangelización en las tierras nuevas fueron la de San Francisco de Asís, y posteriormente las de Santo Domingo y San Agustín. Los miembros de estas órdenes reivindicaban el ideal de pobreza como base de la nueva ‘Iglesia indiana’. Además, gozaban de una sólida formación moral y una óptima preparación teológica e intelectual; pero sobre todo, eran varones probos y temerosos de la ley de Dios.
En 1523 llegaron los primeros tres frailes franciscanos a lo que años más tarde sería el Virreinato de la Nueva España: fray Pedro de Gante, fray Juan de Tecto y fray Juan de Aora. Sin embargo, estos frailes no venían con la misión de evangelizar a los nativos de estas tierras, sino que acompañaban a Hernán Cortés y a sus soldados para brindarles servicios pastorales.
De los tres, sólo fray Pedro de Gante permanecería en estas tierras, sobre todo en el territorio de Texcoco. Fray Pedro de Gante realizaría una labor titánica. Pero aún así, se negó a ser ordenado sacerdote -era hermano lego dentro de la orden franciscana-, e incluso rehusó ser obispo de México.
La obra de Fray Pedro de Gante fue de gran importancia, sobre todo en la fundación de las primeras escuelas para indios. Inicialmente, como se ha dicho, se estableció en Texcoco, e inició la construcción de los primeros templos y monasterios. Pero una de sus más grandes aportaciones sería la de capacitar a los primeros doce franciscanos misioneros en el conocimiento del náhuatl.
Los frailes legos, como Fray Pedro de Gante, podían bendecir matrimonios, bautizar y oficiar Misas secas; es decir, sin consagrar el pan y el vino. También podían hacer la Liturgia de las horas: el Laudes, las Vísperas e incluso los responsos.
Fray Pedro de Gante escribiría al rey de España el 31 de diciembre de 1532 para decirle lo siguiente: “Mi oficio es enseñarle la Doctrina Cristiana y dársela a entender en su lengua. Esto a los principios de Texcoco y Tlaxcala; de seis años a esta parte en México y los pueblos comarcanos y otros pueblos más lejos, visitando y trabajando en destruir ídolos e idólatras.”
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