Se han cumplido 500 años de la llegada a México de los doce franciscanos encabezados fray Martín de Valencia, quienes traían la misión evangelizar a los naturales de estas tierras, la Nueva España, y por lo cual recibirían con posterioridad el calificativo de los “Doce Apóstoles de México”.
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La llegada de estos doce frailes, que pisaron territorio mexicano el 13 de mayo de 1524, ocurrió un año después del arribo de otros tres frailes de la orden, quienes, sin embargo, no venían como misioneros, sino para el servicio pastoral de los soldados de Hernán Cortés.
Pero, ¿por qué razón los franciscanos -y no otras órdenes mendicantes- fueron elegidos para venir a evangelizar a los naturales de la Nueva España, o del territorio que hoy es México? Tres fueron los motivos principales:
Tres décadas antes de la llegada de los doce a territorio azteca, el Papa Alejandro VI, mediante la Bula Papal Inter Caetera de 1493, otorgó a Isabel la Católica y al rey Fernando la soberanía sobre las tierras descubiertas por Cristóbal Colón, pero con la condición de evangelizar a los nativos.
Siendo éste un mandato de la máxima autoridad eclesial, resultaba una petición casi ineludible para la Corona, una misión que tras algunas décadas sería recibida como herencia por el nieto del matrimonio real: el Rey Carlos I de España.
En 1517 -un año después de que Carlos I asumiera el cargo como rey de España-, había iniciado en Europa el movimiento protestante encabezado por Lutero, que originó un cisma en la Iglesia. Por un lado quedó el luteranismo: la iglesia separada del Papa. Y por otro, los católicos fieles a Roma, entre los cuales, sin embargo, había sectores inconformes con ciertas prácticas eclesiales.
Tal era el caso de la Orden de los Franciscanos, que, influenciados en gran medida por el sacerdote y teólogo Erasmo de Rotterdam, pugnaban por volver a los principios fundamentales del cristianismo, de amor, caridad, pobreza y humildad.
Fueron los propios superiores de la Orden de los Franciscanos cercanos al Sumo Pontífice quienes consiguieron de él la aprobación para transmitir la fe cristiana en el nuevo continente, y particularmente en la Nueva España. Sin embargo, aún hacía falta el respaldo del rey.
Nacido en el año 1500 en la provincia de Flandes (hoy Bélgica), a sus 21 de edad, y ya en funciones como rey de España, Carlos I recibió en el año 1522 noticias sobre las dificultades que hallaban los conquistadores en la labor evangelizadora por la Nueva España. Esto hacía necesaria una conquista cultural más que un sometimiento por la vía armada.
Hijo de Juana “la Loca”, nacida en Toledo, y de Felipe “el Hermoso”, originario de Flandes, el rey Carlos I mantenía un contacto muy estrecho con los franciscanos flamencos (de Flandes). En primer lugar, porque uno de los frailes flamencos de la primera remesa llegada al nuevo continente, fray Juan de Tecto, había sido su profesor; y en segundo lugar, porque otro franciscano, fray Pedro de Gante, era medio hermano de Felipe “el Hermoso”.
De manera que por esa relación de parentesco (aunque fuera considerada ilegítima) entre fray Pedro de Gante y el Rey Carlos I había entre ambos un canal de comunicación, especialmente a través de cartas. En estas cartas, el religioso le aconsejaba enviar al nuevo mundo a integrantes de la Orden fundada por san Francisco de Asís.
Así pues, fueron tres las razones por las que Carlos I de España determinó enviar en 1524 a los franciscanos como misioneros al territorio que hoy es México: el cumplimiento de la Bula Papal Inter Caetera, la petición de los franciscanos de Roma al Sumo Pontífice y el consejo de los franciscanos flamencos al propio rey, a través de dichas cartas enviadas por fray Pedro de Gante.
Y he aquí que de inmediato se integró el grupo de doce frailes que dieron forma al México mestizo que hoy conocemos.
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