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 página 4 L’OSSERVATORE ROMANO domingo 5 de junio de 2022
 Videomensaje del Papa a los participantes de la Asamblea Plenaria de la Pontificia Comisión de América Latina
Reaprender a caminar juntos
«Nada hay más peligroso para la sinodalidad que pensar que ya lo entendemos todo, que ya lo com- prendemos todo, que ya lo controlamos todo». Es la advertencia del Papa en el videomensaje envia- do a los participantes de la Asamblea Plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), que se celebra del 24 al 27 de mayo. Pu- blicamos a continuación el texto del videomensaje.
Queridos hermanos:
Me alegra que los miembros de la Ponti- ficia Comisión para América Latina se puedan reunir en plenaria luego de la prolongada pausa que ha causado la pan- demia.
Antes de que fuese convocado el Sínodo sobre la sinodalidad en la Iglesia era mi deseo que ustedes pudieran reunir-
se para dialogar en torno a este te-
ma ya que la experiencia de la Iglesia en América Latina se ha expresado, después del Concilio Vaticano II, con algunos elementos marcadamente sinodales. No pre-
tendo en modo alguno hacer aquí
un recuento exhaustivo sobre este
tema. Simplemente, a modo de ejemplo, pensemos que «comu-
nión» y «participación», fueron las categorías-clave para la compren-
sión y puesta en práctica de la III Confe- rencia General del Episcopado Latinoa- mericano, realizada en Puebla. Por su parte, «conversión pastoral» fue un con- cepto relevante en la IV Conferencia Ge- neral en Santo Domingo, y posteriormen- te, adquiriría aún más centralidad en la V Conferencia General en Aparecida. Más allá de los documentos, es la misma rea- lidad pastoral de la Iglesia latinoamerica- na la que me anima a pensar en ella como una experiencia en la que la sinodalidad echó raíces desde hace tiempo, y en la que, sin embargo, hace falta que seamos más conscientes de nuestros límites para así poder madurar y dar frutos evangéli- cos en este camino. Que no es un camino nuevo. Es un camino que la Iglesia tuvo al inicio y después perdió y fue san Pablo VI quien lo puso en marcha al final del
Concilio cuando creó la Secretaría para el Sínodo de Obispos, recuperar la sinoda- lidad. Que en las Iglesias orientales siem- pre se conservó, la Iglesia latina lo había perdido. Estamos comenzando a explici- tar un proceso. Como niños pequeños da- mos pasos cortos y torpes. De repente, sentimos que nuestros pasitos sinodales son el «gran kairós», pero más pronto que tarde descubrimos nuestra pequeñez y descubrimos la necesidad de una mayor conversión personal y pastoral. Que sigue siendo una de los leitmotiv, la conversión personal y pastoral.
Estoy convencido de que, de una manera adelantada, la Iglesia en América Latina y el Caribe, ha hecho «camino al andar»,
gización de lo que es un camino telúrico latinoamericano. Y digo telúrico porque la espiritualidad latinoamericana esta aga- rrada a la tierra no se le puede separar. Estoy convencido de que, de una manera adelantada, la Iglesia en América Latina y el Caribe, ha hecho camino al andar, es decir, ha mostrado que una recta interpre- tación de las enseñanzas conciliares impli- ca reaprender a caminar juntos al mo- mento de enfrentar los problemas pasto- rales, los problemas sociales propios del cambio de época. Y es propio del Espíri- tu Santo hacerse el encontradizo[2], pero esto es posible cuando nuestro pensa- miento es incompleto, cuando es comple- to no funciona.
 El don es absolutamente gratuito y no reclama nada a cambio. No hay un método para adquirir el don. El don es inmerecido y nadie lo puede apropiar para controlarlo. El don es el Espíritu Santo, que no se impone por la fuerza
Cuando uno cree saberlo todo, el don no puede ser recibido. Cuando uno cree saberlo todo, el don no nos educa porque no puede entrar en el corazón. D i- cho de otro modo, nada hay más peligroso para la sinodalidad que pensar que ya lo entendemos to- do, que ya lo comprendemos to- do, que ya lo controlamos todo. El don es imprevisible, es sorpre- sa, y siempre nos rebasa. El don es absolutamente gratuito y no
 es decir, ha mostrado que una recta inter- pretación de las enseñanzas conciliares, implica reaprender a caminar juntos al momento de enfrentar los desafíos o los problemas pastorales y sociales propios del cambio de época [1]. Digo «reapren- der» porque para caminar juntos siempre es importante mantener el pensamiento incompleto. Yo le tengo alergia a los pen- samientos ya completos y cerrados. Yo re- cuerdo cuando al inicio de la Teología de la Liberación, que se jugaba mucho con el análisis marxista, sobre al cual el Papa y el General de los Jesuitas reaccionaron muy fuertemente. Apareció un/dos volú- menes, sobre la intuición latinoamericana, sobre la identidad latinoamericana para seguir este camino, y casi el ochenta por ciento de las notas estaba en alemán, no tenían ni la menor idea. Era una ideolo-
reclama nada a cambio. No hay un méto- do para adquirir el don. El don es inme- recido y nadie lo puede apropiar para controlarlo. El don es el Espíritu Santo, que no se impone por la fuerza, sino que convoca suavemente a nuestro afecto y a nuestra libertad para modelamos con pa- ciencia y con ternura, y así poder adquirir la forma de unidad y comunión que Él desea en nuestras relaciones.
Cuando sentimos las mociones del Espí- ritu, la vida gradualmente se devela como don, y no podemos sino hacer de nuestra propia vida un servicio constante a los demás. Por el contrario, cuando por el «conocimiento cerrado», o el pensamien- to cerrado, o por la ambición creemos do- minarlo todo, fácilmente caemos en la tentación del control total, la tentación de ocupar espacios, de alcanzar la superficial













































































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