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HISTORIA DE FE
  Los encuentros que marcaron al Nuncio
 En entrevista, Mons Franco Coppola, Nuncio Apostólico en México, habla sobre los momentos clave de su vida.
Por Alejandro Feregrino @desdelafemx
C uando Franco Coppola de- cidió que quería ser sacer- dote, nunca imaginó que su vocación lo llevaría a algu- nos de los lugares y momentos más com- plicados de la historia reciente, como la oficina del dictador Saddam Hussein, antes de que estallara la guerra en Irak; o a la iglesia de Belén, en Cisjordania en 2002, donde se escondió un grupo de milicianos palestinos, y que había sido sitiada por el
ejército israelí por más de un mes. Tampoco imaginó que sería destinado a países en guerra civil como Burundi o la República Centroafricana, o con graves problemas de guerrilla y narcotráfico, como la Colombia de los años 90. Y finalmente a México, donde este año visitó Aguiilla, Michoacán, un pueblo asediado por grupos del crimen organizado. En realidad, mon-
señor Coppola sólo quería ser vicario.
“Párroco no, porque el párroco tiene problemas, tiene que pagar facturas, cues- tiones administrativas y burocráticas. El vicario, en Italia, normalmente se ocupa de los jóvenes y el catecismo“.
Coppola –“se pronuncia con acento en la ‘o’, como el director de cine”- nació en Maglie, un pequeño pueblo de la provincia de Lecce, Italia. La influencia de un tío sa- cerdote fue decisiva para que descubriera su vocación y, terminando la preparatoria, pidió su ingreso como seminarista. En su diócesis no había espacio, y el obispo en- contró un lugar para él en el Seminario Mayor de Roma. Desde que encontró su vocación, ha tenido tres grandes encuentros:
SU DIRECTOR ESPIRITUAL
El primero fue en el Seminario Diocesano de Roma –recuerda-, cuando conoció a su director espiritual, el padre Giuseppe Mani.
“Una persona enamorada del Señor, al que la fe lo mueve, y que tiene esta misma necesidad que yo aprecio en el Papa Fran- cisco, una necesidad de evangelizar”.
El seminario tenía un par de canchas de tenis que los seminaristas no utilizaban nunca. “Nos parecía un deporte elitista; nosotros preferíamos jugar futbol”.
Los únicos que jugaban en esas canchas eran los sacerdotes que estudiaban la Aca- demia Pontificia Eclesiástica, encargada de formar a los diplomáticos que trabajarían en las nunciaturas del mundo y en la Se- cretaría de Estado.
“Para nosotros, seminaristas que tenía- mos como ideal ser vicarios en una pa- rroquia, ellos eran casi como traidores de la causa, porque en lugar de ir a una pa- rroquia a trabajar con la gente, ellos fre- cuentaban las recepciones y lugares elitistas”, recuerda entre risas.
Por ello, tiempo después de ser
      El Nuncio pensaba que quienes se dedicaban a la diplomacia vaticana eran traidores a la causa del sacerdocio.
  8 30 de mayo de 2021 desdelafemx desdelafe.oficial desdelafe DesdelaFeOficial www.desdelafe.mx
















































































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